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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Deutsche Bank quiere una banca de inversión más pequeña, pero más estable

El presidente de Deutsche Bank, primer banco comercial privado de Alemania, Christian Sewing, dijo hoy que la banca de inversión será más pequeña, pero más estable, y que los recortes de plantilla no están concentrados en una región.

En una conferencia con analistas, un día después de anunciar un recorte de 18.000 empleos y la reducción de la banca de inversión y de los costes en más de una cuarta parte hasta 2022, Sewing se mostró optimista y convencido de la fortaleza de cuatro áreas de negocio en las que se va a concentrar.

Deutsche Bank se centrará en la banca comercial y para empresas, la minorista y para pymes, algunas áreas de la banca de inversión y en la gestión de activos.

El mercado y los analistas han sido cautelosos en sus valoraciones sobre la capacidad de reducir costes de una forma tan radical y de generar ingresos.

Deutsche Bank subió con fuerza en los primeros compases de la negociación en Fráncfort, pero después bajó por las dudas que crea este giro radical a su forma de hacer banca, con el que quiere acabar con uno de los negocios más lucrativos para la entidad antes de la crisis, la banca de inversión, que ahora reduce por falta de rentabilidad y en un intento de volver a sus raíces.

El banco suizo UBS afirma que la radical reestructuración de Deutsche Bank es un intento de salir del círculo de deuda/capital retroalimentados en el que se encuentra, informa Dow Jones.

Sin embargo, UBS indica que algunos podrían considerar un «desafío» el plan de reducir los costes en un 25 % e incrementar los ingresos en un 10 % en un periodo de cuatro años, dado el actual clima del mercado y la reestructuración prevista.

Deutsche Bank, que fue creado hace casi 150 años, para acompañar a las empresas alemanas y europeas por todo el mundo, abandona el negocio de renta variable, aunque mantiene las emisiones de acciones, y reduce la necesidad de capital la renta fija, sobre todo la negociación con productos de tipos de interés.

También se concentra en el negocio de créditos, deuda y divisas, así como el asesoramiento.

En una carta a los empleados calificó estas medidas de «duras, pero necesarias» y dijo que después de haber estabilizado el banco el año pasado, sigue la siguiente fase, «que no significa otra cosa que una transformación fundamental».

Con esta transformación Deutsche Bank, que entró en la banca de inversión en 1989 con la compra del banco británico Morgan Grenfell, quiere mejorar los rendimientos para los accionistas después de haber sufrido pérdidas desde 2014 durante tres años consecutivos.

A esa adquisición siguió en 1999 la del banco de inversión estadounidense Bankers Trust, con la que consolidaba su posición en la banca de inversión, que dio beneficios récord durante la presidencia del suizo Josef Ackermann, de 6.500 millones de euros en 2007.

Era la época anterior a la crisis financiera de las hipotecas «subprime» y otros productos financieros de titulización, que entonces daban muchos beneficios.

Pero que a partir de septiembre 2008 se llevaron por delante a muchos bancos estadounidense y europeos, como Lehman Brothers, y obligaron a rescatar a otros muchos.

La crisis de endeudamiento soberano en Europa a partir de 2010, que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, sorteó con un discurso en Londres en el que prometió hacer todo lo que fuera necesario, también puso a Deutsche Bank en una situación difícil.

Va a crear un banco malo interno al que va a trasferir activos ponderados por riesgo por valor de 74.000 millones de euros y una exposición por endeudamiento de 288.000 millones de euros.

En 2018 tuvo un beneficio neto atribuido de 267 millones de euros en 2018, pero volverá a las pérdidas durante este ejercicio.

El coste de la reducción de empleos es de 7.400 millones de euros, que Deutsche Bank quiere financiar sin una ampliación de capital, pero que los accionistas pagarán renunciando a los dividendos los próximos dos años.

El impacto de los costes de reestructuración para el 2019 serán de 5.100 millones de euro, 3.000 millones de euros en el segundo trimestre, cuando espera sufrir pérdidas netas de 2.800 millones de euros.

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