En el mes de junio, el IPC era del 1,9% anual y, en sólo dos meses, ha escalado hasta el 2,6%. Por su parte, la inflación subyacente está en un 6,1%, y ha vuelto a subir en el mes de agosto, cuando en julio paró su crecimiento.
La situación es mucho peor de lo que parece. De los ocho primeros meses del año, el IPC bajó sólo en enero dos décimas y en mayo se mantuvo en un 0%; pero hay otros seis meses en los que la inflación se ha disparado. Así, en febrero subió un 0,9%, en abril un 0,6%, en junio subió un 0,6% y en el mes de agosto un 0,5%.
Con estos datos, aunque el INE asegure que anualmente la inflación es del 2,6%, la realidad es que en los ocho primeros meses del año el IPC está en un 3,0% y, de seguir esta tendencia en los próximos meses, se puede cerrar el año con el 4,5% de inflación.
Con la subyacente, que está en 6,1 puntos, sucede lo mismo que con el IPC: sólo bajó en el mes de enero (-0,2%), se quedó a 0,0% en el mes pasado, y en los otros 6 meses ha seguido subiendo, desde un 1,0% en abril a un 0,7% en febrero y marzo, o un 0,5% en junio y un 0,2% en mayo.
La subyacente en estos ocho meses se coloca en un 3,2% y lleva un ritmo de colocarse a final de año en un 4,8%, todavía por encima del IPC.