España ha pasado de crecer un 0,6%, a un 0,4% y a un 0,3%. Y la inflación va a peor. En junio reportamos a Eurostat un IPC armonizado, el que nos pide la Unión Europea, del 1,6%.
No dijo el Gobierno que había cambiado la ponderación de los alimentos y bajado tres puntos su peso, ni tampoco contó que la energía salía un 24% negativa con respecto al año anterior y que por ese conjunto de índices el IPC-A resultaba tan bajo.
Los demás países no se han parado y la Eurozona, que estaba en un 5,5% de media en junio, con España en un 1,6%, siguió trabajando y bajó en septiembre la inflación a un 4,3%, mientras que en España la inflación se escapó del 1,6% al 3,3% y dejó de estar controlada.
Así, la Eurozona acaba de publicar resultados provisionales con un IPC del 2,9%, pero España acaba de subir al 3,5%.
Excepto Francia, que da más problemas que España tanto en la inflación como en la deuda, todos los grandes aliados están haciendo sus deberes y están consiguiendo reducir la inflación.
Italia, que tenía una inflación del 6,7% en junio, ha conseguido llevarla al 1,9%; Alemania, que estaba también en un 6,8% de inflación, ha conseguido bajarla al 3%.
España, que en junio era el segundo mejor país del Eurogrupo, se ha colocado en la undécima posición, camino de ser superada por Irlanda y Grecia.
Mientras, el Gobierno va a subir impuestos tratando de recaudar 650.000 millones de euros, y dice que va a gastar casi 700.000 millones y que van a seguir machacando a los miembros del IBEX que son los únicos capaces de sacar dinero para invertir y que avisan que no van a meter un sólo euro en nuestro país.
Estamos en esos momentos en que la inseguridad jurídica unida a la económica hace que no entre ni un euro en inversiones. El turismo deja de sumar muchos miles de millones en ingresos, las exportaciones van de capa caída y el petróleo sigue muy cerca de los 90 euros.
