«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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8 de marzo de 2022

8-M: nada que celebrar

En la memoria de la gente normal, el 8 de marzo en España es una jornada para el recuerdo de cómo un Gobierno infame negó una pandemia para que pudiera celebrarse una manifestación feminista convocada al grito de que el machismo mata mucho más que el coronavirus. Alrededor de 75.000 mujeres muertas después por ese coronavirus —lo incompleto de los datos es otra vergüenza de esta Administración—, y cientos de miles de mujeres empobrecidas o quebradas, nos siguen gobernando los mismos enemigos. Esa es la primera constatación del estado de estupefacción de una parte notable de la sociedad española. La segunda constatación es ver cómo el Partido Popular, incluso en sus horas más bajas, se sigue plegando al paso de la oca que marca el marxismo cultural que impulsa esta política identitaria de tercera ola creada para dividirnos.

A nadie se le escapa que el feminismo gubernamental que padecemos no quiere la igualdad entre hombres y mujeres. Este feminismo necesita ubicar a las mujeres en el seno de una supuesta clase oprimida y someterlas a la idea de que son víctimas de un modelo machista y violento, algo que se da de bofetadas con la realidad que cualquier persona normal vive a diario. Por eso, los enemigos de la verdad que nos gobiernan decidieron ya hace algún tiempo, desde la llegada del infausto Zapatero —hoy, mayordomo de dictadores socialistas desde su puesto en el Grupo de Puebla—, que había que cambiar la realidad y reorganizar la sociedad atacando sus estructuras fundamentales.

Hoy, con el dinero de nuestros impuestos, el feminismo que nos desgobierna ataca al matrimonio, a la maternidad, e incluso se permite meterse a patadas en la intimidad del amor romántico y las relaciones sexuales para señalar como opresivo e innoble cualquier espacio en el que haya un hombre. Esto, aunque pueda parecer una simple ocurrencia, tiene raíces ideológicas profundas y crea una brecha —una de verdad— entre hombres y mujeres, sobre todo en las generaciones más jóvenes que son bombardeadas a diario con información sesgada a través de los medios de comunicación subvencionados por este Gobierno de enemigos y, para nuestra mayor vergüenza, con adoctrinamientos feministas en las aulas sin que el partido político que desde sus puestos de mando podría hacer algo para frenarlo, léase el Partido Popular, vele. La Historia se lo demandará, sin duda. 

El feminismo, hoy, en España, no es sólo una agencia de colocación de inútiles que en la empresa privada no durarían ni un periodo de prueba. Es algo mucho más profundo contra lo que merece la pena dar la batalla cultural. El Estado, las autonomías, los ayuntamientos, los partidos —a excepción de VOX—, la universidad y las grandes empresas, intentan superarse unos a otros en la aplicación de esta ideología feminista que busca destrozar a la sociedad para instaurar un nuevo sistema que perpetúe en el poder a los enemigos de la verdad, la belleza y la bondad. Este feminismo nacido del marxismo cultural es el que hoy se manifiesta en las calles de España y de la mayoría del mundo Occidental. Ni una sola de esas mujeres y esos varones que las acompañan lo harán donde de verdad se necesitaría reivindicar la igualdad, que es en aquellos países y regímenes tiránicos, islamistas y comunistas, que disfrutan —y subvencionan— la destrucción de la identidad de las naciones occidentales.

La única buena noticia es que, de momento, las personas normales somos más que las que hoy se manifestarán y que llevan tatuada la vergüenza criminal de lo que ocurrió el 8 de marzo de 2020. El feminismo representa a una minoría, por ahora. Queda poco tiempo, pero todavía se puede trabajar para revertir los efectos de una ideología que conspira, desde los sillones que pagamos todos, para destruir nuestra identidad y nuestro régimen de libertades, derechos y deberes basados en la igualdad. La de verdad. No esta.

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