La sentencia del caso del actor Johnny Depp contra su ex pareja, la actriz Amber Heard, y en el que el jurado ha encontrado a la actriz culpable de haber acusado falsamente a Depp, con publicidad y por escrito, de malos tratos y abusos, ha supuesto un duro golpe contra el feminismo de tercera ola que basa toda la arquitectura del movimiento en la presunción de veracidad de la mujer, bien sea una mujer biológica, transicionada o autopercibida (así están los tiempos).
Durante el juicio e incluso tras conocer la sentencia que le condena a indemnizar a Johnny Depp con 15 millones de dólares, Amber Heard, junto a sus abogados y sus admiradores, han recurrido a toda la panoplia de las nuevas armas feministas para desacreditar a Depp y arrastrar su nombre. Todavía quedará algún ingenuo que crea que una sentencia favorable devuelve ipso facto el honor robado a una persona. Quizá antes fuera así, hace ya mucho tiempo, pero el rastro digital es imborrable y las barras de after hours que son las redes sociales cumplirán su misión de que jamás olvides de lo que fuiste acusado, da igual si con justicia o, como en este caso, no. Depp ya ha sufrido las consecuencias de ser víctima de una acusación falsa, como la decisión de la compañía Disney, previa al juicio, de retirar el personaje del capitán Jack Sparrow de las futuras películas de la archifamosa saga Piratas del Caribe que debe todo lo que es, sin duda, al personaje interpretado por Depp. Con esta cancelación preventiva del personaje, es decir, del actor, por la Walt Disney, que debería ser rebautizada como Woke Disney, se verifica que el daño que el «yo sí te creo, hermana» —la presunción de veracidad de la mujer frente al hombre—, puede hacer es extenso y, por desgracia, irrecuperable.
Nos nos cansaremos de alertar sobre el gigantesco problema objetivo que supone la perversión de la presunción de inocencia, piedra angular del ordenamiento jurídico en lo que queda de la Civilización Occidental. Esta eprversión que se basa en un precepto aberrado como es que el varón es un maltratador potencial (el violador eres tú, etc.) y la mujer, un ser de luz que debe ser creído en cualquier circunstancia en atención a su par de cromosomas X. El mundo siempre difícil de los afectos de pareja, y no digamos de los desafectos, no se puede resolver pervirtiendo el Derecho.
Aunque esta sentencia sea un duro golpe para el feminismo que arrasa la política y al que se apuntan, por un irresponsable qué dirán, la mayoría de los partidos y multinacionales, no debemos olvidar que este movimiento es refractario a la verdad y a las sentencias judiciales.
En España tenemos ejemplos recientes de rechazo a la verdad, como el indulto del Gobierno socialcomunista a la secuestradora María Sevilla, de la plataforma podemita ‘Infancia Libre’, que fue saludado por las ministras comunistas como una victoria de la sororidad y que gastarán en los próximos tres años más de 20.000 millones de euros de nuestros impuestos en políticas activas feministas y leyes pervertidas que reforzarán la fractura —buscada y consentida por tantos— entre hombres y mujeres.
No nos engañemos. Johnny Depp, un magnífico actor y también una persona cuestionable por sus adicciones, ha tenido la suerte y el dinero de poder contratar a un sobresaliente equipo de abogados que ha logrado desmontar, una a una, todas las difamaciones publicadas por su encanallada ex pareja que deberá pagar a Depp una indemnización de 15 millones de dólares. Muchos hombres no tendrán esa suerte de poder defenderse de leyes injustas, de procesos pervertidos y de la maquinaria de ingeniería social engrasada con el dinero de nuestros impuestos y aceptada con sumisión cobarde por las oligarquías financieras y las grandes compañías como la Woke Disney.
Lo que va de Amber Heard a la ministra de Igualdad, Irene Montero, que debería estar al tanto de la complejidad de las relaciones de pareja, es que la ex pareja de Depp va a tener que pagar sus mentiras de su bolsillo, mientras que la ex pareja de Pablo Iglesias va a gastar el dinero de nuestros impuestos en reforzar las suyas. De momento, la balanza sigue a favor de Irene Heard y Amber Montero. Urge una reacción, no tanto electoral (que ojalá), sino social, antes de que las personas normales acabemos pagando los daños y, de paso, las indemnizaciones.