Dos meses de negociaciones entre el Partido Popu…, perdón, entre Isabel Diaz Ayuso y VOX, han concluido con un acuerdo para aprobar los presupuestos de la Comunidad que beneficiará a todos los madrileños. Como en todo acuerdo, siempre hay dos partes que firman un compromiso que obliga a ambas. El partido de Rocío Monasterio se compromete, y así lo ha anunciado la líder madrileña de VOX, a rechazar todas y cada una de las enmiendas parciales y totales a los presupuestos que pueda presentar la izquierda. Por su parte, el Partid… la formación de Ayuso se compromete a integrar en su acción de Gobierno un abanico de medidas presentadas por VOX que van desde la gratuidad total de la enseñanza hasta la trazabilidad de cada euro que sale de nuestros impuestos. Recorte del gasto político, austeridad, control, eliminación de todos los entes duplicados, compromiso con la cultura de la vida y la obligación de que no haya discriminación alguna, ni siquiera de sexo, en las convocatorias de empleo público.
Todas estas medidas de VOX, como auditar el coste de cada plaza de cada centro de menores extranjeros no acompañados (menas) en la Comunidad de Madrid, no se pueden entender como imposiciones ideológicas, sino como simples medidas de sentido común, ese bien tan precioso —por raro— en política.
Esa aplicación del sentido común para mejorar la vida de la gente normal —educación gratuita en todos los niveles, defensa de la propiedad privada y de la seguridad personal, control riguroso del gasto público y el principio innegociable de la igualdad real— es una parte de lo mejor que VOX ha traído a la política. Preguntémonos cómo es posible que después de tantos gobiernos del Partido Popular en Madrid (incluido el de Ayuso, con perdón), todavía no esté auditado hasta el último céntimo del dinero que sale de nuestros impuestos o se permita la discriminación en las contrataciones públicas. Así, recordando a los populares que no son de izquierdas, es como se honran los votos recogidos por un partido como el de Monasterio que todavía no tiene la fuerza de los escaños para formar gobierno. Todavía.
Esto, lo que han hecho Ayuso y Monasterio, detectar los problemas, sentarse en una mesa con sus equipos y ver, desde la discrepancia y la asimetría de los resultados electorales, a qué acuerdo pueden llegar para la mejora de la vida de los madrileños, es lo que podría haber hecho, sin problema alguno, el presidente andaluz, Juanma Moreno Bonilla, para aprobar sus presupuestos.
Cuando decimos «sin problema alguno», nos referimos, por supuesto, presumiendo que Moreno Bonilla quiere lo mejor para los andaluces: embridar el gasto político innecesario, someter a un control estricto las subvenciones que salen del bolsillo de los andaluces, proteger la propiedad privada, elevar la exigencia educativa en su región, limpiar los rastros masivos de corrupción socialista y aceptar que las familias tienen que estar en el centro de su acción de gobierno.
Si el presidente Moreno Bonilla hubiera querido todo lo anterior y si hubiera tenido la intención de cumplir lo pactado, el acuerdo con VOX habría sido fácil. Sólo hubiera sido cuestión de sentarse, negociar y cumplir. Como Ayuso y Monasterio. Como queda demostrado.