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8 de septiembre de 2021

Bolsonaro no se rinde

Jair Bolsonaro, ayer, durante la gran marcha de apoyo a su presidencia (Andre Borges / Dpa)

Al avance acelerado del comunismo en la Iberosfera sólo le quedan unos pocos diques de contención. El fracaso de ciertas oligarquías y políticas pusilánimes, junto con la acción decidida y bien financiada de organizaciones liberticidas de la izquierda como el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, ha apuntalado de manera asombrosa gobiernos tiránicos como los de Venezuela, Nicaragua y Cuba, hoy gigantescos presidios de disidentes y opositores, y ha forzado cambios de Gobierno que auguran malos tiempos para nuestros hermanos en Bolivia y Perú, parecidos a los que hoy entierran a la Argentina en una enorme crisis económica y social. El pronóstico es incierto, si no malo, en otros países que creíamos que habían superado cualquier pulsión socialista, como Chile, El Salvador o México donde al deterioro profundo de las instituciones se e une la demagogia populista y el desprecio a la gesta de la Hispanidad.

Entre esos pocos diques de contención, y por ello la pieza a cobrar por parte de la izquierda internacionalista, indigenista, globalista y otras decenas de -istas, está el Gobierno irreductible del presidente brasileño Jair Bolsonaro que ayer demostró, sacando a cientos de miles de partidarios a la calles de Brasilia, de Sao Paulo y de todo Brasil, que se niega a seguir el sendero marcado por tantos otros presidentes de tantas otras naciones americanas (y europeas) que se dejaron vencer por la izquierda sin presentar batalla allá donde hace falta darla: en la calle, en las instituciones y en la opinión publicada.

Desde que a finales del año pasado una parte de la Justicia brasileña anulara por ciertos ‘defectos formales’ las condenas al expresidente Lula da Silva por sus gravísimos delitos de corrupción y así permitirle (qué error) presentarse a la elección presidencial el año que viene, los voceros de la izquierda y de la derecha meliflua corearon en las encuestas de intención de voto el nombre de Lula da Silva y dieron por acabado a Bolsonaro.

Bolsonaro, por supuesto, lo tendrá difícil. Enfrente tiene a una maquinaria internacional izquierdista bien engrasada de la que forman parte engranajes necesarios como la penosa Administración Biden y el servicio de Política Exterior de la Unión Europea, dirigido por esa decepción absoluta que es Josep Borrell. Como ha dejado escrito su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro —el congresista más votado de la historia de Brasil—, «sin dinero, sin partido, sin gran prensa, sin universidad, sin sindicato», el presidente Bolsonaro sólo tiene al pueblo que ayer salió en masa a la calle para decirle a las instituciones brasileñas compradas por la izquierda que él no se rinde. Y con el pueblo brasileño reunido en torno a Bolsonaro, todos los que hemos firmado la Carta de Madrid de la Fundación Disenso en defensa de la libertad, del Estado de Derecho y en contra del avance del comunismo.

Y esa idea, la de no rendirse frente al Socialismo del Siglo XXI, es la mejor manera de demostrar de qué madera está hecho un líder.

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