«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
EDITORIAL
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20 de noviembre de 2021

Chile: comunismo o Kast

Iván Espinosa de los Monteros, Santiago Abascal, José Antonio Kast y el fundador del Partido Republicano de Chile, Alejandro Martini

Hubo un tiempo, no lejano, hace menos de dos años, en el que el presidente chileno que en breve se despedirá del cargo, el muy moderado Sebastián Piñera, abdicó de su responsabilidad de gobernar y buscó una forma de encauzar la violencia izquierdista que, con la excusa de la subida del precio del transporte urbano, se extendió por la nación chilena. Aquella abdicación de Piñera, que tanto recuerda a otras rendiciones ultracentristas modelogestionarias españolas, fue el reconocimiento acomplejado de que había que modificar la Constitución por un vago recuerdo pinochetista.

De nada importó que la Carta Magna, junto al esfuerzo de la clase media chilena, hubiera ayudado tanto al país a convertirse en el faro de la prosperidad y de la libertad en la región. Como dice el convencional constituyente Martín Arrau en una entrevista hoy en La Gaceta: «en Chile pasamos en estas décadas de tener un problema de desnutrición a uno de obesidad». Pero dio igual. Usando falsos mantras como la pervivencia del pinochetismo o la desigualdad, la izquierda y sus medios, junto a los periódicos piñeristas (moderados y ultracentristas), aprobaron que los chilenos se agarraran de la mano y caminaran como lemmings por la senda de la reforma constitucional que conduce al precipicio. 

La reforma de la Constitución, una de los puntos exigidos en el manual de combate de esa internacional del desastre socialcomunista que es el Foro de Sao Paulo, está en marcha. El centro-derecha social, mayoritario en Chile, desmovilizado por la inanidad del presidente Piñera, se quedó en casa y permitió que la izquierda no sólo consiguiera su objetivo saopaulista, sino que se apoderara de una Convención Constitucional que es el ejemplo perfecto de cómo degradar la política hasta convetirla en un circo rebosante de payasos. Payasos indetitarios que pueden parecer inofensivos, pero que están a una elección ganada, como en el caso de España, de convertirse en Pennywise, el payaso de la alcantarilla del It de Stephen King.

Tras la conmoción y la desmovilización iniciales, las clases medias y trabajadoras chilenas parecen haber reaccionado. Las encuestas de cara a la primera vuelta de la elección presidencial que se celebra este domingo así lo indican. La prueba es que el candidato del centrismo moderado sucesor de Piñera, Sebastián Sichel, apenas tiene un apoyo residual y es José Antonio Kast, el líder del hasta hace poco muy minoritario Partido Republicano, un hombre desacomplejado, preparado e inteligente, con un discurso liberal, conservador y reaccionario frente al mal; pegado a los problemas reales de cualquier chileno y que no concede ni un centímetro al buenismo identitario en forma de indigenismo, inmigracionismo, feminismo, ecologetismo y otros feroces -ismos subvencionados.

Frente a Kast, la previsión es que su contendiente en la segunda vuelta sea Gabriel Boric. Un extremista de izquierda del mundo del activismo universitario. Como se ve, las similitudes entre España y Chile son asombrosas. Esto es lo que ocurre cuando desde la supuesta moderación se da alas a la ultraizquierda bolivariana que se extiende como una desgracia por la Iberosfera. Que la izquierda pase de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet a esto, a Boric, es el síntoma de en qué peligro se encuentra Chile.

Los chilenos votarán este domingo entre comunismo o libertad, que es lo mismo que decir entre comunismo o Kast. No lo duden. Voten a Kast. Todo va a estar bien.

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