«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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10 de mayo de 2021

Colombia, violencia y propaganda

Si hay algo que genere un sentimiento de frustración como ningún otro es conocer la verdad de algo y observar cómo un relato prefabricado que nada tiene que ver con ella inunda las redes, los medios, las tertulias y hasta la Plaza de San Pedro, mientras los pocos que se atreven a dudar de ese relato artificial son acusados, condenados y silenciados sin posibilidad de defensa.

Durante los últimos meses en La Gaceta de la Iberosfera hemos trabajado con la única idea de informar de la verdad con la mayor objetividad posible y hemos desmontado uno a uno todos los relatos paridos por plumas indignas que han contado que en los Estados Unidos hay un problema de injusticia racial, que en Chile hay una lucha de la izquierda por la democracia, que las rebeliones indigenistas de Argentina son una forma de pelea por la memoria, que las elecciones venezolanas fueron transparentes y legítimas, que en Bolivia se dio un golpe de Estado cuando se destituyó al menorero de Evo Morales, que el asalto e incendio del parlamento guatemalteco había sido un movimiento popular espontáneo y, después de un largo etcétera que incluye a naciones hermanas como Ecuador, Perú, Brasil, El Salvador, Nicaragua…, que el expresidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, trabaja por la democracia en Venezuela.

Todo lo hemos desmontado con noticias de nuestra red de colaboradores en América, con análisis de las mejores cabezas de las dos orillas del Atlántico y con editoriales en los que jamás hemos pecado contra el octavo mandamiento que, como sabían los escolares de antes y no los Escolares de ahora, es el de no mentir.

Con el mismo espíritu de contar la verdad es con el que ahora confesamos que jamás, en todo este tiempo, nos habíamos sentido tan abrumados por la impresionante fuerza de la mentira oficial que, repicada un millón de veces hasta en las absurdas redes chinas de microvídeos, se está contando sobre la situación en Colombia.

La verdad sólo es una: la de que asistimos de nuevo al uso de la violencia por parte de esa Internacional del desastre que es el Socialismo del Siglo XXI, amplificada por esa legión de tontos de buena voluntad, propagandistas de la mentira, que ‘creen’ que es intolerable el uso legítimo de la fuerza por parte de la Policía y el Ejército para defender la democracia, la vigencia de las instituciones de Gobierno colombianas y el Estado de Derecho.

En Colombia, arrasada durante décadas por la violencia ultraizquierdista (sólo las FARC son culpables de cerca de 180.000 asesinatos), se libra hoy una batalla entre información y desinformación, entre la verdad objetiva y el relato mentiroso. Por desgracia, van ganando con claridad los partidarios de la falsedad que cuentan con el patrocinio de regímenes narcoterroristas como Venezuela, el liderazgo de tiranías como el gulag cubano —lástima no tener un Solzhenitsyn antillano cuando más se le necesita— y el trabajo incansable del liberticida Foro de Sao Paulo y su sucursal social, el Grupo de Puebla.

La batalla por la verdad sólo se consigue con medios críticos y lectores informados que comprendan los riesgos que para la Iberosfera —como comunidad de hombres libres que hablan y sienten en español con respeto a las leyes justas y a la soberanía de las naciones— supone comprar la propaganda inmoral que asocia libertad a socialismo, cuando son conceptos opuestos.

Hoy, más que nunca, es imperativo que todas las personas de bien se sientan comprometidas con el espíritu de la libertad y no se limiten a un eslogan electoral. Ese compromiso exige informarse para poder llevar a cabo la necesaria crítica racional de la realidad política, que no es la que los medios reflejan sobre Colombia.

De no hacerlo así, el Socialismo del Siglo XXI —el viejo comunismo que devoró a la socialdemocracia hispanoamericana— perseverará en la idea de que la violencia es un fenomenal instrumento para conseguir sus objetivos políticos, y todos acabaremos sufriendo su éxito. Recuerden que, como dejó escrito Ramiro de Maeztu, «ser es defenderse». Nada menos. Si no nos defendimos ayer, empecemos hoy o mañana será tarde.

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