Esquerra Republicana de Cataluña, uno de los partidos que avaló el intento de golpe de estado del 1 de octubre de 2017, tiene en el alambre la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado porque los socialistas y los comunistas del Gobierno del doctor (?) Sánchez no pueden garantizar la exigencia de los republicanos catalanes de que haya un seis por ciento de producción de contenidos en catalán en plataformas extranjeras de streaming por suscripción. Y no porque el Gobierno no quiera, que quiere, sino porque hay una directiva europea que España está incorporando a su legislación audiovisual (trasponiendo, que diría un burócrata) y que lo impide.
Si han leído el anterior párrafo muy rápido, les rogamos que lo vuelvan a leer despacio para que aprecien cada matiz y así interioricen cuál es el estado de una nación gobernada por ineptos y secuestrada por fuerzas rupturistas.
Y no es que nadie en su sano juicio pueda querer que se aprueben estos irreales Presupuestos Generales del Estado que nacen muertos por la diferencia objetiva entre los ingresos proyectados y los gastos. Lo que cualquiera —salvo los enemigos de la nación— debería querer para España son unos PGE no ideológicos que atiendan a la realidad de la economía poscovid y a la necesidad de acelerar la recuperación inyectando confianza en el tejido empresarial y en los consumidores.
Con un IPC desbocado fruto de una mezcla a partes iguales de imprevisión y negligencia histórica, con un Índice de Precios Industriales que duplica la media europea y triplica el interanual alemán y que augura más inflación; con una deuda que cada día empeora nuestras perspectivas de futuro, con el precio de la electricidad y de los combustibles en niveles cercanos a los de alteración del orden público, con una presión añadida por el frío que aumentará los problemas sanitarios derivados de una pandemia que jamás ha recibido la respuesta correcta por parte de las administraciones; con unas previsiones de crecimiento económico día tras día rebajadas por los organismos internacionales… Con un panorama así, es desesperante que haya partidos políticos golpistas que, bien cebados con el dinero de nuestros impuestos, se atrevan a exigir necedades lingüísticas imposibles que no aportan nada a la recuperación de la prosperidad perdida en España. Prosperidad que sólo permanece intacta, como regla general, en la cartera de los políticos del frankensteinismo que nos desgobierna.
Es cierto que nada debemos esperar de un partido golpista que se atreve, en la sede de la soberanía nacional, a repartir carnets de buena o mala prensa, pero no es menos cierto que en nuestro optimismo extremo nunca perdemos la esperanza de que en algún momento el presidente Sánchez se caiga del caballo y recuerde su promesa jamás cumplida de guardar y hacer guardar la Constitución, con todo lo que ello implica. Incluido no atreverse a presentar unos PGE muertos antes de nacer, ni buscar para su aprobación el apoyo de los enemigos de España que tienen el vicio de pedir/exigir estupideces. No hace falta ser doctor en Economía para saber esto. Y por eso, como no hace falta ser doctor en nada, Sánchez debería saberlo. Es de primero de EGB.