«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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EDITORIAL
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26 de abril de 2022

De traidores y secretos oficiales

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Europa Press

A estas alturas de la Historia, nadie podrá negar que permitir a los enemigos del Estado vivir de ese Estado, medrar en él y alcanzar puestos de poder por delegación del mismo Estado al que quieren destruir, ha servido para poco, tirando a nada. Más bien, nada. Si acaso, sólo para que una enorme parte de la población se distancie de la clase política que le ha llevado la contraria a Roma y que sí paga a traidores.

España es una nación compleja con problemas territoriales que esa misma clase política —la del bipartidismo, para más señas— no ha querido solucionar y que han ido creciendo desde hiperregionalismos de base apócrifa (Arana, Almirall, Martínez Risco, Blas Infante…) a pesadillas terroristas, golpistas, racistas y siempre nacionalistas. A lo largo de último siglo ha habido oportunidades para dar por cerrado ese problema territorial, por ejemplo con la incorporación de España a la Unión Europea. Pero en este caso, como en otros anteriores, lo que nos vendieron como solución ha pasado a ser parte esencial del problema de la tensión territorial española por la debilidad del Estado y su sumisión a poderes supranacionales que hace tiempo que decidieron que no nos ayudarían. A nada. Esta es la verdad y no es poliédrica.

También es verdad, y no poliédrica, que quizá no merecemos ayuda alguna porque el consenso que gobierna España muestra un empeño extraordinario en ayudar a su destrucción. Por ejemplo, modificando reglamentos para que los traidores al Estado, herederos de terroristas y golpistas condenados, indultados y activos, tengan acceso a la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso de los Diputados.

En esta ocasión, y aunque los editorialistas de La Gaceta de la Iberosfera somos refractarios a las frase-citas, no creemos que haya un pensamiento más completo que la siguiente cita del presidente Ronald Reagan extraída de un discurso pronunciado el 29 de junio de 1985: «Debemos poner nuestra inteligencia y determinación a trabajar, y debemos tratar con severidad a aquellos que traicionan a nuestro país… no hay una solución rápida para este problema. Sin histeria ni acusaciones, actuemos con calma y deliberadamente juntos para proteger la libertad».

Dicho queda.

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