«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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19 de agosto de 2022

Del género tonto

El expresidente de la Junta de Andalucía José Antonio Griñán, condenado por los ERE. Europa Press

Desde un mínimo sentido previsor, la idea de que Pedro Sánchez indulte al justo y honesto (sic), José Antonio Griñán —ex presidente de la Junta de Andalucía, ex presidente del PSOE, condenado a seis años de cárcel por su participación en el mayor robo de dinero público de la Historia de España (que conozcamos)—, es necesaria. Al fin y al cabo, y en condiciones democráticas normales, con una Fiscalía al servicio de España y no del Gobierno, Sánchez tendría motivos para preocuparse por su futuro judicial y nunca está de más que a uno le recuerden como un magnánimo indultador por si llega el momento en el que necesite también uno de esos indultos políticos.

El problema del indulto, total o parcial, a Griñán no reside en Sánchez ni en el PSOE. Cualquier español que lleve unas décadas vivo y haya leído poco más que las instrucciones de preparación de los corn-flakes sabe que el socialismo español, a través de sus partidos, sindicatos, fundaciones, agrupaciones y empresas, es una máquina perfecta de corrupción con una característica especial que lo diferencia del Partido Popular y es la de que el socialismo no abandona a los suyos. Ni así organicen una operación de terrorismo de Estado. Ni aunque les saquen unos audios en los que se reparten los palos. Ni aunque roben 700 millones de euros (unos 120.000 millones de las antiguas pesetas).

Si hace falta, el socialismo los acompaña hasta la puerta de la cárcel. Pero sólo si hace falta. Que por lo general, no. Aclaremos por si alguien se siente confuso que la idea de no abandonar a tus corruptos compañeros —secuestren, ordenen matar o roben lo que roben y para quien lo roben— no es una virtud, sino una indecencia.

Pero todo lo anterior es, claro, el socialismo. El mismo que no hace tanto, cuando se rasgaba las vestiduras con la corrupción del Partido Popular, exigía en el Congreso que jamás se indultara a un corrupto. Hoy sabemos que iba implícito que Sánchez se refería a que jamás se puede indultar a un corrupto que no tenga carnet del PSOE y que no dé golpes de Estado.

Retomemos la certeza de que todo lo anterior es sabido, e incluso asumido por millones de españoles que siguen votando al PSOE. El problema esencial no es que el PSOE se comporte como una organización mafiosa en la que tener el status de «uno de los nuestros», que es el que tiene Griñán, es un lazo más fuerte que la sangre. El problema es que al Partido Popular, que sí que abandona a los suyos, aunque sea en diferido, le parezca bien. Que claro que se lo parece.

Las declaraciones de Alberto Núñez Feijóo, presidente popular y confeso ex votante socialista, en las que asegura que no tiene interés alguno, ni personal ni político, en ver a Griñán en la cárcel, anticipan que el Partido Popular, al margen de unos cuantos gritos de vieja escandalizada que correrán a cargo de un par de medianías del partido para cubrir el expediente mediático, no dará batalla alguna para que se haga Justicia en el caso de los ERE.

Sin duda es peculiar lo de este Partido Popular que después de ser desalojado del Gobierno con una moción de censura del PSOE (aliado con Bildu y otras escorias), en la que el centro del discurso fue la denuncia de la corrupción institucionalizada del PP, venga ahora a rebajar la corrupción del que fue elegido presidente del PSOE después de su paso corrupto por la Junta de Andalucía —recuerden, uno de los nuestros— resulta del género tonto.

Pero así es el Partido Popular de la calle Génova y alrededores. El brazo tonto del bipartidismo. Otra cosa, esperamos, serán sus votantes.

Lo que es esencial y beneficioso para España, cada día más mexicanizada, corrupta y sinvergüenza, es que el justo y honesto (sic) José Antonio Griñán cumpla con su condena por su responsabilidad en el mayor robo conocido de dinero público de la Historia de nuestra nación, que ya va para milenaria.

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