Como informamos en La Gaceta, el coordinador general del Partido Popular, ElĆas Bendodo, aprovechó un desayuno informativo en Sevilla para leer āy esta es la claveā una declaración en la que listaba los partidos que, segĆŗn Ć©l, Ā«dicen sumar pero que luego dividenĀ». En esa relación, Bendodo nombró, por este orden, a Ā«Podemos, Vox, Bildu, ERC y JuntsĀ», estableciendo asĆ una comparación entre una fuerza nacional, patriótica y democrĆ”tica que defiende el Estado de Derecho y el imperio de la ley justa, con un partido comunista en descomposición, unos filoetarras y dos partidos golpistas.
Decimos, y en las imĆ”genes se aprecia con claridad, que el popular Bendodo leyó esa declaración. O lo que es lo mismo, estaba escrita y, por lo tanto, pensada para ser dicha. No fue una desgraciada ocurrencia mal parida en el fragor de la retórica ni un lapsus linguae. La villanĆa del alto cargo popular al emparejar al partido de Santiago Abascal con proetarras y golpistas fue premeditada.
No es nuestro propósito editorial defender a Vox de una comparación terrible. Sin duda, es innecesario. Lo que sà señalaremos es la confirmación de que el Partido Popular ha entrado en la segunda fase de su pintoresca estrategia de metamorfosearse en una formación homologable al centro izquierda.
La primera fase, completada al 90%, fue la de aceptación de todo el modelo de transformación social puesto en marcha por el Partido Socialista que continúa la obra de GonzÔlez y Zapatero al dictado de la Agenda 2030. Noventa por ciento y subiendo, como demostró ayer el Partido Popular cuando unió sus votos con los de la izquierda para aprobar en el Parlamento de La Rioja una ley de igualdad con el objetivo de «combatir el machismo y el patriarcado». De momento, al PP, indistinguible de los socialistas en Europa, sólo le falta decir que el aborto es un derech⦠oh, vaya.
La segunda fase de todo partido socialdemócrata que se precie consiste en la demonización del rival polĆtico usando eslóganes baratos sin aportar argumento intelectual alguno que aguante la tĆ”ctica. En este caso, cuando Bendodo lista a los partidos que Ā«dicen sumar, pero que dividenĀ», introduce a Vox, que es su socio de coalición de Gobierno en Castilla y León y la misma formación que consintió en un alarde de generosidad jamĆ”s correspondida que Isabel DĆaz Ayuso, en minorĆa, presidiera la Comunidad de Madrid, el desleal Almeida el Ayuntamiento madrileƱo, y que permitió que el PP gobernara por primera vez en AndalucĆa.
Esta fase tiene un peligro concreto: el de que cualquier votante del PP podrĆa reprochar a Bendodo que acepte los votos de una formación que, segĆŗn Ć©l, divide. Pero esa es otra de las caracterĆsticas esenciales de la seudoizquierda en la que quiere instalarse el PP: cabalgar contradicciones.
Lo mĆ”s peligroso de esta deriva popular es que tiene una tercera fase de bĆŗsqueda del poder al precio que sea. Muy estilo PSOE o, como dirĆa el filósofo Quintana Paz, Ā«la PSOE state of mindĀ». Hoy, despuĆ©s de este ataque premeditado y vil de Bendodo a Vox y a sus votantes, y en el que, por cierto, el PP no incluye en esa relación a los recogenueces del PNV, no podemos descartar que lo del PP no sea tĆ”ctica, sino estrategia, y que prefiera pactar con los enemigos de la nación antes que con Vox. Todo apunta a ello. Para desgracia de EspaƱa.