El Alto Representante de la Unión Europea para Política Exterior, Josep Borrell, ha señalado que los Estados no pueden utilizar la «soberanía nacional» para «no querer hablar» de «derechos humanos», en una declaración en la que se intuye un recurrente e injustificado ataque a Hungría y a Polonia.
Decimos recurrente porque en 2021 la Comisión Europea ya señaló a ambos países por «violaciones de los derechos fundamentales de las personas LGTBI», una persecución ideológica infundada, pues todos los húngaros y los polacos son iguales ante la ley sea cual sea su sexo, orientación sexual, raza o creencia religiosa.
Los primeros ministros Viktor Orbán y Mateusz Morawiecki, socios y aliados de Santiago Abascal, de VOX, y de los defensores de una Europa de naciones soberanas que cooperan en libertad y que reclaman un estricto respeto a los valores y principios de los padres fundadores de la UE, son atacados por exigir respeto a su soberanía y al voto de sus compatriotas, y por no ceder ante las imposiciones ideológicas en inmigración, ideología de género o «cambio climático» de los burócratas de Bruselas.
Pero para Borrell no seguir la línea del consenso globalista, rechazar la inmigración masiva, no aceptar activistas de género en las escuelas o no imponer exigencias climáticas ruinosas para las familias y los trabajadores, es no cumplir con los derechos humanos. No es soberanía. Eso sí, la dictadura cubana, que sigue, en palabras del preso político del régimen Néstor Rodríguez, reprimiendo, encarcelando, torturado y desterrando «sin el más mínimo escrúpulo»... lo hace con su respeto y su indecente beneplácito.
