«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
EDITORIAL
|
9 de noviembre de 2022

El día de la falsa bandera

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, interviene en la Reunión de la Junta Directiva autonómica del PP. Europa Press

Hemos dedicado ya decenas de editoriales a dar armas al lector de La Gaceta de la Iberosfera para que pueda combatir el positivismo, que es el mayor enemigo de un Estado Nación. Más feroz, aunque más sibilino, taimado y astuto que esos otros enemigos como el nacionalismo y sus derivas terroristas y golpistas.

El positivismo, ya sabe el lector informado y crítico, es esa ocurrencia de que el legislador puede ejercer en todo momento su santa voluntad siempre que tenga la mayoría. Sin consultar al pueblo soberano del que dice ser representante, sin hacer caso alguno de las instituciones que deberían servir de contrapeso, sin asegurarse de que no haya contradicciones con la Historia y sin que pueda ser obligado por razón moral alguna a hacer otra cosa que no sea lo que le salga de los dídimos.

El iuspositivismo es así. El desastre woke que vivimos hoy no sería posible sin él. Y no es extraño que la izquierda y los nacionalismos usen el Derecho Positivo como si no hubiera un mañana. A fin de cuentas, es una herramienta indispensable para la manipulación histórica y para la transformación de la nación que aborrecen hasta que no la reconozca ni la madre que la parió, incluso hasta la negación de que alguna vez hubiera una madre.

Lo que no debería ser normal, aunque por desgracia empieza a serlo, es que el autodenominado centro-derecha use y abuse del Derecho Positivo. Es una verdad comprobable que el Partido Popular de 2022 está más a la izquierda que el PSOE de 1982, pero eso no lo justifica.

Viene todo esto a cuento (nunca mejor empleada esta palabra) de la ocurrencia del presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, de institucionalizar el 4 de diciembre como el día de la bandera… andaluza, claro. Es decir, un día, aunque sea laborable, de exaltación, por bandera interpuesta, de un inventado hiperregionalismo , que es, y la Historia así nos lo demuestra, el portal por el que asciende desde las profundidades el nacionalismo en España.

Dice el presidente absoluto de los andaluces que será un día que servirá para impulsar iniciativas educativas, sociales e institucionales que contribuyan a «garantizar la máxima difusión de los valores y significados que encarna dicho emblema». No sabemos qué valores y que significados serán esos, y prometemos que estaremos muy atentos a la explicación, pero de lo que sí que estamos seguros es de que sólo servirá para excitar el reconocimiento de un supuesto, incluso presunto, hecho diferencial, que es la causa del vertido de tanta sangre y muchas más lágrimas a lo largo de la Historia contemporánea de España.

No hay exageración alguna, sino rigor histórico, cuando aseguramos que agitar las pasiones políticas de los habitantes de una región —que en el caso de España sólo es una construcción artificial nacida en 1833 y copiada de la división francesa en departamentos—, en torno a una bandera inventada por un iluminado, es una de las peores ocurrencias que podría tener un político. Sobre todo cuando las mayoría absolutas vienen y van y quizá jamás vuelvan, y el legado que deje tras de sí cuando se retire —la certeza de que todos nos retiraremos sí que es absoluta—, será el de haber abierto la puerta al nacionalismo porque le ha salido de los dídimos.

En este caso, como en tantos otros, en La Gaceta de la Iberosfera recomendamos el uso de otro órgano mucho más importante como es el cerebro. Las provincias andaluzas, cada una con su propia identidad, no necesitan que nadie las uniformice.

Noticias de España

.
Fondo newsletter