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2 de octubre de 2021

El experimento andaluz

El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla y el todavía líder del PP, Pablo Casado (María José López / Europa Press)

Ayer, el líder de los socialistas andaluces, Juan Espadas, salió de la reunión a la que había sido convocado por el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, para negociar los presupuestos del año que viene, diciendo, y dicho queda, que tenía la sensación de que el acuerdo entre socialistas y populares es posible. Un acuerdo que, y citamos las palabras exactas de Espadas: «sería histórico para Andalucía y un mensaje muy potente de que otra forma de entender la política en España es posible».

Con menos guijarros encontraron Hansel y Gretel el camino de vuelta a casa, pero por si no había quedado claro, Espadas, el marido de la contratada en 2007 en la Faffe (donde el dinero público se gastaba en prostíbulos) gracias a un anuncio en un periódico (sic)y experta en el sistema operativo wordperfect, fue cristalino al asegurar que, de lograrse el acuerdo, los dos partidos enviarán «un mensaje claro de que es posible avanzar en estepaís en grandes acuerdos de Estado entre los dos grandes partidos políticos que tienen la mayoría de respaldo popular».

Que el socialismo andaluz del PER, los ERE y Mercasevilla quiera explorar la idea alemana de la Große Koalition, que aquí sería poco menos que una coalición gordita como experimento dirigido desde Madrid para la supervivencia del socialismo pandémico sanchista que hemos sufrido los españoles, es una idea legítima. Que Moreno Bonilla y su más o menos jefe, Pablo Casado, pretendan y prefieran pactar con el socialismo andaluz de los 40 años de corrupción, decadencia, amiguismo, clientelismo, malversación y prostíbulos con tal de no cumplir los compromisos sensatos firmados con VOX, es desconcertante, por no emplear palabras prohibidas en horario infantil.

A ciencia cierta no era esto lo que tenían en mente los andaluces cuando decidieron que era necesario un cambio de rumbo después de cuatro décadas de socialismo. A partir de ahora sólo queda esperar a que el todavía líder del PP explique con detalle, y ojalá ante notario, cuáles son sus propósitos —algunos ya apuntados en su convención itinerante— para el futuro de la gobernabilidad postelectoral de Andalucía y de España. Si su idea es la que exigen Feijoó y Rajoy de aislar a VOX; si el diálogo entre Moreno Bonilla y y el socialista valenciano Ximo Puig para la reforma del sistema de financiación autonómica no fue sólo una boutade, si por un plato de poder Casado está dispuesto a no presentar batalla ante el socialismo de la ruina económica, de la ineptitud ecológica y la improvisación, de la ideologías identitarias, del pasteleo con el nacionalismo, del desastre exterior y de la desmemoria histórica, y aliarse con él, Casado sólo será una mancha (Hernández) en la historia del centro-derecha español.

Si no lo entiende, nos ofrecemos a hacerle un croquis o explicárselo con marionetas. Lo que haga falta para que entienda el error, el inmenso error, que por desgracia parece la nueva estrategia elegida —o impuesta— para llegar a La Moncloa… Si es que llega. Así, difícil.

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