«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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3 de marzo de 2022

España, agredida

No hay nadie que conozca Melilla y la realidad del Rif que ignore que las laderas del Gurugú, ay, el Gurugú, están llenas de campamentos de inmigrantes subsaharianos preparados para asaltar la valla. No hay nadie que desconozca que ni uno solo de ellos se mueve un centímetro sin que alguien de aquel lado de la frontera lo autorice. No hay nadie, en suma, que no sepa que las avalanchas inmigratorias son un mecanismo que usa Rabat como caballos en un tablero de ajedrez en el que España se enrocó hace décadas.

La posición española es débil. Un deliberado plan de ingeniería social destinado a instalar el buenismo en los españoles, unido a la exasperante incompetencia de nuestros gobiernos, han dejado indefensa la Frontera Sur de Europa. Con la memoria —rigor histórico— de cómo usa la dinastía alauí las marchas invasivas como ariete contra España, resulta inaceptable que nuestras autoridades sigan pensando en las fronteras como pasos francos que se controlan con un puñado de agentes mal pagados y mal equipados en vez de lo que de verdad son: los confines de un Estado que deben ser defendidos.

Melilla es una plaza de soberanía. No un enclave ni un anacronismo. La defensa de la soberanía es una misión, y al artículo 8 del texto constitucional nos remitimos, de las Fuerzas Armadas. Que el Gobierno, este Gobierno y otros anteriores, por una mal entendida buena vecindad y por otros complejos adquiridos, se niegue a desplegar a nuestro Ejército en una frontera en permanente peligro, confirma que la debilidad a la hora de defendernos de invasiones inmigratorias no es accidental, sino deliberada.

Todo lo anterior lo sabe el común de los españoles y lo padecen sólo los españoles comunes. Desde palacios oficiales, casoplones serranos o sillones subvencionados se puede jugar a ser ciudadano del mundo y a decir que ninguna persona es ilegal. La realidad del mundo es otra y bien distinta. El uso de la inmigración y del tráfico de seres humanos se ha convertido en un arma de la nueva guerra asimétrica en la que España es la agredida y otros en desiertos no tan lejanos, el agresor.

Que VOX apueste desde el principio de su actividad política por la defensa de nuestras fronteras es un avance extraordinario con respecto a otros tiempos. Que sea el único partido que exija el despliegue constitucional de las Fuerzas Armadas en los confines del Estado para prevenir y repeler cualquier invasión inmigratoria, es un acierto político relevante. Así se entiende que cada vez más españoles recompensen la firmeza del partido de Santiago Abascal en la defensa de nuestra soberanía, que lo es de nuestra identidad, de nuestras libertades, del orden político y de la paz social. Lo que es difícil de entender es que VOX sea el único.

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