No hay nadie que conozca Melilla y la realidad del Rif que ignore que las laderas del GurugĆŗ, ay, el GurugĆŗ, estĆ”n llenas de campamentos de inmigrantes subsaharianos preparados para asaltar la valla. No hay nadie que desconozca que ni uno solo de ellos se mueve un centĆmetro sin que alguien de aquel lado de la frontera lo autorice. No hay nadie, en suma, que no sepa que las avalanchas inmigratorias son un mecanismo que usa Rabat como caballos en un tablero de ajedrez en el que EspaƱa se enrocó hace dĆ©cadas.
La posición espaƱola es dĆ©bil. Un deliberado plan de ingenierĆa social destinado a instalar el buenismo en los espaƱoles, unido a la exasperante incompetencia de nuestros gobiernos, han dejado indefensa la Frontera Sur de Europa. Con la memoria ārigor históricoā de cómo usa la dinastĆa alauĆ las marchas invasivas como ariete contra EspaƱa, resulta inaceptable que nuestras autoridades sigan pensando en las fronteras como pasos francos que se controlan con un puƱado de agentes mal pagados y mal equipados en vez de lo que de verdad son: los confines de un Estado que deben ser defendidos.
Melilla es una plaza de soberanĆa. No un enclave ni un anacronismo. La defensa de la soberanĆa es una misión, y al artĆculo 8 del texto constitucional nos remitimos, de las Fuerzas Armadas. Que el Gobierno, este Gobierno y otros anteriores, por una mal entendida buena vecindad y por otros complejos adquiridos, se niegue a desplegar a nuestro EjĆ©rcito en una frontera en permanente peligro, confirma que la debilidad a la hora de defendernos de invasiones inmigratorias no es accidental, sino deliberada.
Todo lo anterior lo sabe el común de los españoles y lo padecen sólo los españoles comunes. Desde palacios oficiales, casoplones serranos o sillones subvencionados se puede jugar a ser ciudadano del mundo y a decir que ninguna persona es ilegal. La realidad del mundo es otra y bien distinta. El uso de la inmigración y del trÔfico de seres humanos se ha convertido en un arma de la nueva guerra asimétrica en la que España es la agredida y otros en desiertos no tan lejanos, el agresor.
Que VOX apueste desde el principio de su actividad polĆtica por la defensa de nuestras fronteras es un avance extraordinario con respecto a otros tiempos. Que sea el Ćŗnico partido que exija el despliegue constitucional de las Fuerzas Armadas en los confines del Estado para prevenir y repeler cualquier invasión inmigratoria, es un acierto polĆtico relevante. AsĆ se entiende que cada vez mĆ”s espaƱoles recompensen la firmeza del partido de Santiago Abascal en la defensa de nuestra soberanĆa, que lo es de nuestra identidad, de nuestras libertades, del orden polĆtico y de la paz social. Lo que es difĆcil de entender es que VOX sea el Ćŗnico.