El auto de la Sala Penal del Tribunal Supremo que ayer confirmó las penas de inhabilitación para cuatro de los condenados por el proceso que culminó en el golpe de Estado del 1 de octubre de 2017, y que por desgracia declaró extinguida las condenas de inhabilitación de otros cinco de los condenados, contiene unos razonamientos que certifican que la derogación del delito de sedición desprotege a España frente a nuevas intentonas de ruptura.
Esto es lo relevante. Que criminales como Junqueras o Romeva no puedan ocupar cargo pĆŗblico hasta 2031, pero Cuixart o Forcadell, sĆ, es poco menos que insignificante cuando la reforma impulsada por Pedro SĆ”nchez deja impune el próximo proceso legislativo de ruptura en CataluƱa que podrĆa ser maƱana mismo.
Asegura el Tribunal Supremo, y al hacerlo certifica lo que desde este periódico advertimos desde el mismo dĆa en el que supimos del pacto innoble de las fuerzas que sostienen a este Gobierno, que el delito de sedición derogado estaba llamado a proteger el orden pĆŗblico en una dimensión que desborda el angosto āpor estrecho y raquĆticoā espacio de tipicidad del nuevo artĆculo del Código Penal que castiga los desórdenes pĆŗblicos.
Como hemos escrito en varias ocasiones, esta desprotección de las bases fijadas por la Constitución y que permite que maƱana mismo cumplan los separatistas con su amenaza de volverlo a hacer, merecerĆa, por sĆ sola, el reproche mayoritario de los representantes de la soberanĆa nacional en forma de una moción de censura. Cuando no la activación del artĆculo 102 de la Constitución que prevĆ© la posibilidad de acusar al jefe del Gobierno de traición o cualquier delito contra la seguridad del Estado en el ejercicio de sus funciones.
Con la derogación del delito de sedición impulsada por Pedro SÔnchez, el presidente ha roto su promesa solemne de cumplir y hacer cumplir la Constitución como norma fundamental del Estado y, como es evidente, pone en grave peligro la unidad de la nación histórica sin la cual nada existe y todo se corrompe.
Decimos que ya sólo con la constatación de que hoy, con Pedro SĆ”nchez, EspaƱa estĆ” mĆ”s indefensa ante sus enemigos interiores, deberĆa bastar para que el tiempo del presidente al frente del Gobierno de la Nación terminase maƱana mismo. Pero, y he aquĆ la paradoja de la EspaƱa secuestrada por la ficción de la representatividad polĆtica, sólo hay un partido nacional, Vox, dispuesto a censurar a Pedro SĆ”nchez en defensa de la nación espaƱola mientras el resto de las fuerzas, o bien son cómplices del plan indisimulado de destrucción de nuestras normas de convivencia, o bien se enrocan en la moderación āque es la ausencia de pensamientoā para decir poco y hacer nada… salvo coquetear con el socialismo.