Cuando en Occidente avanza un laicismo excluyente, tenebroso y ahistórico, y se ridiculiza todo sentido de trascendencia, se esconden sus raíces y se niega el inmenso legado del Cristianismo, es imprescindible reivindicar la Navidad, el valor eterno de la tradición, los vínculos fuertes y la importancia vital de la familia.
Nada de lo que fuimos, nada de lo que somos y nada de lo que seremos tendría sentido sin el nacimiento hace poco más de dos mil años de Dios hecho hombre en Belén, donde radican nuestra identidad inmutable y nuestra dignidad innegable.
Todos los que hacemos La Gaceta les deseamos una muy feliz Navidad, centro de nuestra Civilización, la más virtuosa, libre y generosa de la humanidad. Que la Luz del Mundo les ilumine y les llene de esperanza.