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EDITORIAL
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24 de junio de 2022

Fondos Dead Generation

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y sus vicepresidentas, la ministra de Economía, Nadia Calviño, y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Europa Press

Tras los primeros y más trágicos meses de la pandemia exportada desde China, la economía de los países que optaron por el cierre y el confinamiento se detuvo. Todavía falta tiempo para que podamos evaluar si aquella fue una decisión equivocada o una negligencia criminal, pero que los países que están en el furgón de cola de la recuperación económica, como España, sean los que exigieron un confinamiento ilegal —desde luego en el caso de España— más feroz, nos da pistas que deberemos seguir.

En aquellos meses de miedo paralizante, la Unión Europea, consciente de que las crisis económicas junto con las de seguridad, son las peores noticias para la cohesión que el Brexit ha puesto en entredicho, preparó un plan de rescate billonario que el Gobierno español se encargó de pregonar como la solución a todos los (sus) males. Los titulares de la prensa adicta en aquellos días deberían estar en la mente de todos, pero también el autobombo del presidente Sánchez, que del «no dejaremos a nadie atrás» y del «saldremos más fuertes», pasó al «España puede» al anunciar la estrategia de los Fondos Next Generation y los créditos blandos.

Por supuesto, a todos los que señalamos con preocupación que aquellos fondos estaban sujetos a unas estrictas condiciones que casaban entre regular y fatal con un Estado tan descentralizado como España, tan burocrático y con un Gobierno tan descaradamente inepto, se nos tildó de agoreros, antipatrióticos y catastrofistas. No había nada eso en nuestras críticas, sino la constatación de que unos fondos destinados a transiciones ecológicas, digitales, inclusividad y brechas de género, no solucionarían los problemas de las pequeñas y medianas empresas españolas, que lo único que transicionaban era entre la quiebra y el cierre.

Aunque deberíamos haberlo intuido, lo que no sabíamos por aquel entonces era que el Gobierno se iba a demostrar una vez más inútil a la hora de articular un mecanismo eficaz y ágil, sobre todo ágil, para la presentación de los proyectos necesarios, la aprobación por parte de la UE, la recepción de las ayudas, la transferencia a las Comunidades Autónomas y el reparto de los fondos. Hoy, apenas un 6 por ciento de aquellos fondos de recuperación y resiliencia han sido ejecutados. En septiembre hará dos años de la presentación de los Fondos que nos iban a salvar de la hecatombe.

Es vergonzoso, pero no inaudito en un Gobierno que decidió hace treces meses desoír las advertencias sobre la inflación que zarandea hoy sin tregua a las familias españolas. Es vergonzoso, pero perturbador, que el leviatán fiscal estatal persiga sin descanso a cualquier contribuyente en apuros mientras el Gobierno es incapaz de articular planes ágiles y eficaces para que el dinero de nuestros impuestos llegue donde se necesita y, sobre todo, a quien lo necesita; que desde luego no es gente desesperada por transicionar ecológicamente.

El plazo límite para la recepción de esos Fondos Next Generation coincidirá, casi con certeza, con la convocartoria de elecciones generales. Para entonces, si Sánchez y los suyos siguen demostrando su incompetencia, ellos perderán las elecciones, pero nosotros, el dinero. Dead Generation.

España puede… pero no con un Gobierno así.

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