«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
EDITORIAL
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9 de junio de 2021

Incompetencia absoluta

El debate al que no debemos sustraernos es si la participación de la selección española de fútbol en la Eurocopa que comienza este viernes, 11 de junio, tiene la suficiente importancia para la sociedad como para que podamos definir la preparación y el concurso de los futbolistas (y del cuerpo técnico que los arropa) como un trabajo esencial y, por tanto, si habría resultado conveniente que estos profesionales fueran vacunados para que puedan competir con ciertas —no todas— las garantías de inmunidad frente a la pandemia.

Por la importancia social y económica del fútbol, por su indudable utilidad pública y máxime cuando se defienden los colores de una nación, la respuesta más cabal es que sí. ¿Significa eso que nuestras autoridades deberían haber ordenado que los seleccionados se saltasen el orden de prelación establecido por grupos de edad para recibir la vacuna? Por encima del malestar de una parte sensible de la población que aborrece el fútbol, el sentido común y la imagen exterior de nuestro deporte dictan que sí.

Si esto es así, y lo ponemos en condicional para que no quede cerrado el debate, lo que ha ocurrido en los últimos días en y alrededor de la selección absoluta española de fútbol sirve de ejemplo perfecto de la falta de previsión, la improvisación y la pésima gestión que ha sido la norma básica de actuación del Gobierno desde las primeras luces de 2020 y de sus organismos subordinados como el Consejo Interterritorial de Salud y, en este caso sensible, el Consejo Superior de Deportes.

Que en la selección haya habido dos positivos —de momento— en covid era perfectamente previsible con la experiencia acumulada en los últimos 16 meses. Que, en el caso de que los hubiera, se tendría que suspender la concentración de los seleccionados con el perjuicio consiguiente para la preparación a pocos días del primer partido, es de cajón. Que, por lo tanto, se debería haber vacunado a los seleccionados en tiempo y forma, es categórico e impepinable. Por lo que parece, ni lo perfectamente previsible, ni lo que es de cajón, ni siquiera lo que es categórico e impepinable, ha afectado a nuestras autoridades, siempre tan diligentes para cobrar el sueldo y siempre tan ineficaces a la hora de prever y gestionar situaciones normales. Por no hablar de las excepcionales.

Pero cuando creíamos que el nivel de incompetencia e improvisación no podía elevarse más, la ineptocracia que nos desgobierna decide ahora, dos positivos después y a cinco días del debut de España ante Suecia, vacunar a los jugadores. Ahora. Tarde, y, como siempre, mal. ¿De qué sirve vacunar a unos deportistas que tienen que jugar en seis, diez y catorce días cuando la inmunidad, de conseguirse, sólo se obtiene a partir de las dos semanas de haber recibido la segunda dosis de Pfizer que es inyectada —según las especificaciones del laboratorio— 21 días después de la primera? ¿Ha tenido en cuenta el Gobierno que más del 50 por ciento de los vacunados con Pfizer refiere fatiga, cefalea e incluso fiebre tras la administración de cualquiera de las dos dosis? ¿Saben las autoridades españolas que ese cansancio artificial es incompatible con la práctica del fútbol de alta competición?

Y la última pregunta que nos debemos hacer: ¿en qué manos incompetentes estamos? No es una pregunta retórica. Necesitamos nombres y apellidos de los expertos en nada. Profesionales de la Selección Española de Ineptos. Campeones del mundo de la indolencia y balones de oro de la improvisación. O, como hubiera dicho el maestro José María García: chupópteros, correveidiles y abrazafarolas al servicio de Pedro, Pedrito, Pedrete…

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