«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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14 de marzo de 2022

Incultura de Defensa

Acuartelamiento Cabo Noval. El Regimiento de Infantería 'Príncipe' nº 3, perteneciente a la Brigada 'Galicia' VII (BRILAT) presenta a los MMCC su próximo despliegue en Mali (Europa Press)

Por determinados complejos del autodenominado centro-derecha, una muy especial determinación de la izquierda y un chantaje permanente de los partidos nacionalistas, la cultura de Defensa entre los españoles es, hoy, inexistente. Durante décadas, y de una manera muy democrática, los diferentes gobiernos han ocultado a los españoles no ya la necesidad de la defensa, sino la mera existencia de sus Fuerzas Armadas. Por poner sólo un ejemplo, ver hoy un militar de uniforme por la calle en España es tan raro como ver un ciervo de ocho puntas en una playa ibicenca. En tiempos se dijo que era por precaución ante la actividad terrorista de ETA. Ahora que la banda está en las instituciones y ya no necesita colocar bombas lapa, esa precaución sobra e impide que los españoles normalicen que hay una honrada milicia que los defiende.

En demasiadas ocasiones, los gobiernos españoles han degradado a sus Fuerzas Armadas a la condición de una especie de ONG de cooperación al desarrollo cuyas misiones esenciales parecen las de repartir magdalenas en el extranjero, apalear nieve, apagar fuegos, desinfectar aeropuertos o desviar coladas de volcán. Nada acerca de sus verdaderas misiones como la defensa de la soberanía nacional, la protección del conjunto de la sociedad española, de los valores superiores, principios e instituciones que se consagran en la Constitución, del ejercicio pleno de los derechos y libertades, y de la garantía, independencia e integridad territorial de la nación española que tanto picor de piel causa a nuestros nacionalistas periféricos y a nuestros comunistas de salón.

Pero una cosa es la propaganda buenista y woke de un mundo sin ejércitos y sin ministerios de defensa, y otra la realidad que cualquiera puede ver si se asoma a las noticias de lo que ocurre hoy en la Frontera Este de Europa o mira por encima de las vallas que apenas defienden nuestra Frontera Sur. Ni el integrismo islámico ni las invasiones alentadas o dirigidas más allá de los límites de Europa se detendrán con un lanzamiento masivo de ositos amorosos inclusivos y sostenibles con olor a fresa, sino con la fuerza de la disuasión.

Se suele citar a Donald Trump como el presidente que primero advirtió a los europeos de la fragilidad de sus Fuerzas Armadas y de la necesidad de incrementar las partidas presupuestarias destinadas a reforzar y modernizar sus ejércitos; pero las naciones de la UE ya eran conscientes de su debilidad y por eso acordaron hace ocho años, en Gales, aumentar el porcentaje de PIB destinado a Defensa hasta el 2 por ciento. Desde entonces, y hasta ahora, sólo la invasión de Ucrania ha logrado que los europeos recuerden sus verdaderas necesidades, que no pasan por morir en defensa de la inclusividad, la sostenibilidad y la transición digital.

Por desgracia, no todos los gobiernos lo han comprendido de igual manera. España, que por su situación geográfica tiene una responsabilidad mayor que la mayoría de los países de la Unión Europea, mantiene sin apenas avances un lamentable penúltimo lugar en porcentaje del PIB que destina a las Fuerzas Armadas. Ocho años después de Gales, apenas rozamos el 1 por ciento. Las declaraciones del presidente Sánchez en las que se compromete a terminar su legislatura con un aumento del presupuesto hasta el 1,22, son cínicas y el compromiso, insuficiente.

Si este Gobierno siguiera el ejemplo polaco y dedicara todos sus esfuerzos a rebajar los impuestos de las facturas de los sufridos gobernados, podríamos entender esta dilación indebida a la hora de destinar nuestro dinero a lo importante. Pero es el mismo Gobierno que mientras gimotea excusas y proyecciones estériles a tantos años vista, anuncia un gasto extraordinario de 20.319 millones de euros en tres años (una cantidad euivalente a tres años de presupuesto de Defensa), para políticas feministas transversales con el objetivo de reducir una brecha de género que no existe.

Lo que sí que hay son amenazas concretas a nuestra seguridad que sólo unas Fuerzas Armadas operativas, preparadas y bien pagadas —es decir, todo lo que no hay ahora—, pueden neutralizar.

El que no lo vea así, que mire a los socialistas alemanes, que nada más desalojar a la centroderechista Angela Merkel han destinado cerca de 100.000 millones de euros a un plan de modernización de sus Fuerzas Armadas. Y créannos cuando les decimos que la cultura de Defensa en Alemania desde hace ya mucho tiempo estaba en niveles poco menos que españoles por razones históricas concretas. Es decir, que algo sabe el canciller alemán Olaf Scholz que el presidente Sánchez ignora. O prefiere ignorar, que es mucho más grave.

Porque lo primero es incompetencia y lo segundo, negligencia.

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