«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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8 de agosto de 2022

La leche derramada

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (EP)

Hay pocos refranes españoles más imperfectos que aquel que nos exige que no lloremos sobre la leche derramada. Claro que hay que llorar, porque sólo el duelo, el dolor por lo derramado, nos hará analizar a fondo por qué pasó, cuál era el punto de equilibrio de la cantina, quién estaba al cargo del transporte, si fue impericia, accidente o negligencia y un largo etcétera con el fin de evitar más pérdidas. Si, por el contrario, cumplimos con esa exigencia de la sabiduría popular, abrimos la posibilidad futura de seguir derramando leche sin sentido y con indiferencia.

En España, con respecto a varias de sus regiones, y en particular con respecto a Cataluña, ha sido mucha la leche derramada en las últimas décadas. También sangre, aunque menos. Ante ambos derramamientos, los partidos del consenso, PSOE y PP, nos exigen que no lloremos, que no miremos hacia atrás, que no analicemos y que continuemos viviendo en la más absoluta indiferencia sin exigir responsabilidades. La Constitución y el imperio de la ley justa obligan a lo contrario, pero el bipartidismo y buena parte de la sociedad civil, el poder empresarial, la gran banca —hoy exiliada de Cataluña— y los medios de comunicación al servicio de todos ellos, se niegan a exigir el cumplimiento de la ley refugiándose en seudoderechos inventados y en inexistentes agravios históricos.

El ejemplo más perfecto a lo largo de estos años ha sido el uso de la lengua catalana como hecho diferencial, cuando sólo es un hecho complementario, y su abuso como arma de adoctrinamiento nacionalista en las aulas y en la administración en perjuicio de los derechos de los españoles. Ha sido mucha la leche derramada en torno a una inmersión lingüística abusiva e injusta que los tribunales, sin el auxilio del resto de los poderes del Estado, se ven incapaces de remediar.

Estos poderes, dejando a un lado a la Corona, están conformados por los mismos partidos políticos que han consentido, cuando no alentado, la derrota del Estado de Derecho. El bipartidismo que nos exige que no miremos hacia atrás es el que ha hecho suyo el principio rector de que el español (el castellano, lo llaman ellos) no está en peligro y que por eso, todo es permisible. Vana disculpa. No es el español lo que nos debe preocupar, sino la conculcación permanente de los derechos de los españoles sin que autoridad alguna, más allá de unos pocos tribunales que al final se ven neutralizados por la inacción de los políticos, frene esta injusticia.

Pero todo esto, es decir, que la ley no se cumple en España, ya es sabido. El problema es la indiferencia de la sociedad española que ve cómo la leche se vuelve a derramar día tras día y continúa votando a los mismos cómplices del nacionalismo racista que cada día va un paso más allá y anuncia que impondrá la educación obligatoria sólo en catalán para los niños de cero a seis años. Ante este anuncio, los letrados de la administración advierten del conflicto legal que se plantea. Y, sin embargo, todos sabemos lo que ocurrirá.

Han sido décadas viendo cómo la leche se derramaba como para no tener la experiencia de que el bipartidismo no hará nada, nada en absoluto, por evitarlo y defender los derechos de los españoles y el imperio de la ley justa. Si acaso, ya lo verán, nos exigirán que no lloremos.

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