El presidente de GAD3, Narciso Michavila, infló las expectativas electorales del Partido Popular, dio por segura la victoria de la alternativa —desmovilizando con ello a buena parte de los electores y movilizando a otros a votar al PSOE— y contribuyó a la demonización de VOX orquestada por la izquierda y sus altavoces mediáticos ante los comicios del 23 de julio.
Ello, y no la mera existencia de la formación liderada por Santiago Abascal, como se intuye en su entrevista este martes en el diario ABC cuando señala que VOX no debió presentarse en circunscripciones como Pontevedra, La Rioja, Gerona o Lérida, fue la causa de que hoy Pedro Sánchez tenga posibilidades de continuar, de la mano de los separatistas, golpistas y filoetarras, en el Palacio de La Moncloa.
Incide en su error al creer que PP y VOX son partidos intercambiables. La realidad tozuda es que no lo son y nunca lo serán, y tienen programas y principios diferentes, pero se pueden complementar y en la práctica demoscópica se complementan sin apelaciones al «voto útil». El ejemplo se vio en 2018 con el desalojo —gracias a los 12 escaños de VOX— del PSOE de la Junta de Andalucía, un hito que el PP por sí solo nunca pudo lograr, o en la Comunidad Valenciana, Extremadura, Aragón o Baleares el pasado mes de mayo.
Si el objetivo de Michavila es tratar de recuperar su mermada credibilidad, no lo ha conseguido. Si es insistir en su estrategia fallida —de cara a una hipotética repetición electoral si el separatismo rechaza la investidura de Sánchez—, es una irresponsabilidad que vuelve a robar la esperanza a millones de españoles. Si es volver a ser contratado por Génova 13, no lo sabemos.
