«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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16 de agosto de 2023

La recurrente muerte de VOX

El presidente de VOX. Santiago Abascal. LGI

Decíamos ayer, que es lo mismo que decir hace un año, que tras las primeras seis muertes anunciadas e incluso proclamadas de Vox, habría una séptima. Y como siempre, que esto de tener razón ya es rutina, no nos equivocábamos. Dicen que Vox ha muerto, otra vez.

Es cierto que, en esta ocasión, a los ya tradicionales obituarios, a las falsas plañideras subvencionadas, a los campaneros de ciertas catedrales y a la cuadrilla permanente de sepultureros, se les han unido algunas autoproclamadas viudas que reparten recordatorios cargados de suspiros y falsas apódosis condicionales: «ay, si hubiera…». Pero, en lo esencial, este séptimo velatorio mantiene el mismo error de los seis anteriores: falta el difunto. Extraño finado este que después de que le digan por siete veces que ha muerto, se resiste a satisfacer los deseos de los profesionales de la necrología política.

Por fortuna para los tres millones que lo votaron, para los millones de españoles bajo su mando en cinco gobiernos regionales y en cientos de ayuntamientos, para todos los partidos y movimientos de la Iberosfera beneficiados por su liderazgo y, sobre todo, por suerte para los millones de personas que quizá logren en el futuro burlar el bloqueo mediático que lo demoniza, el partido de Santiago Abascal está sano y salvo.

Lo está porque aquellas condiciones necesarias para que un partido soberanista y patriótico obtuviera por primera vez representación política siguen —estas sí, por desgracia—, muy vivas. Como lo demuestra un bipartidismo que hoy subasta sin vergüenza la Presidencia del Congreso, sede de la soberanía nacional, a fuerzas separatistas minoritarias.

Por eso, Vox sólo aceptará ser el muerto en el entierro el día en el que desaparezcan esas condiciones indeseables y perniciosas para la unidad de España, el proyecto de la Europa de las naciones, la defensa de sus fronteras físicas y morales, la prosperidad de sus habitantes, la neutralidad de las instituciones, la seguridad de nuestras calles y los vínculos fuertes entre los españoles de todas las generaciones.

Hasta entonces, y ojalá fuera cuanto antes porque significaría que la nación histórica ha sobrevivido a sus peores enemigos, pierdan los agoreros cualquier esperanza de que ese partido de batalla cultural, némesis de los separatismos, incómodo para los totalitarios de lo establecido, la corrección política y las agendas globalistas ajenas a la realidad, se meta por voluntad propia en la tumba.

Para cualquier duda, repasen el editorial publicado en La Gaceta hace un año. Ayer, como quien dice.

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