Los italianos presentaron en las elecciones del domingo una enmienda a la totalidad al programa de ingeniería social de las élites financieras y políticas europeas que ignora sus necesidades reales y sus problemas acuciantes, el bienestar y la prosperidad de sus familias, la seguridad en las calles y la capacidad de decisión de una nación soberana.

La histórica victoria de Fratelli, que llevará por primera vez a una mujer a la jefatura del Gobierno, es el triunfo de la libertad y del sentido común, banderas que alzaron y alzan [cada vez con más fuerza] la propia Giorgia Meloni, Santiago Abascal y el resto de líderes de las formaciones patriotas y conservadoras que están reaccionando a lo largo y ancho del Viejo Continente ante la deriva impulsada por quienes [desde los parlamentos o desde los medios de comunicación] pretenden la destrucción de la identidad y de las raíces de Europa.

Son ellos, los burócratas de Bruselas, quienes imponen sus locuras ideológicas, climáticas e inmigracionistas, unos planes que están dejando a las naciones al borde de la quiebra social y económica, y que, por consiguiente, perjudican a los más débiles de la sociedad.

Son ellos los capaces de amenazar con represalias a 48 horas de las elecciones si no se vota lo que quieren, son ellos los que luego reaccionan con histeria si no les gusta el resultado (lo vimos ayer) y son ellos los que merecían la implacable respuesta y la colosal lección de humildad del pueblo italiano.