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FRATELLI SUPERA EL 26% DE LOS VOTOS

La victoria de Meloni promete cambiar el panorama en la UE y aterra a los burócratas

Giorgia Meloni, tras su triunfo electoral. Reuters

A estas alturas ya estarán ustedes informados de que el fascismo ha vuelto a Italia, de mano de Giorgia Meloni, líder del partido, Fratelli d’Italia, que lidera la coalición triunfante. Y sabemos que es el fascismo fetén, el producto genuino, porque la palabra aparece prácticamente en los mensajes de todos los grandes medios de comunicación de Occidente, esos mismos que alertaban sobre la llegada del fascismo a América con Donald Trump. «Europa se prepara para contener el embate», titula El País, simple botón de muestra. La alerta antifascista está al máximo de su potencia y se les acaban los calificativos asustantes.

Los votos de los Fratelli superan la suma de los votos de los partidos aliados (Lega, Forza Italia, Noi Moderati). El partido de Meloni obtiene más de cinco veces los votos que reunió en las elecciones de 2018, cuando obtuvo poco más del 4%. En poco menos de 10 años de vida, FdI ha pasado del 2% al 25%. En el centroizquierda, el Partido Demócrata (los favoritos del sistema) pierde rotundamente y, con toda probabilidad, pasará a la oposición.

¿Cómo es posible que Italia, precisamente Italia, haya elegido al fascismo? Una posibilidad a tener en cuenta es que han visto lo peor del fascismo precisamente en el bando opuesto, en lo que han vivido hasta ahora.

¿Qué se puede temer del fascismo, que acabe imponiendo gobernantes que no hayan pasado por las urnas? Italia ha tenido cinco de estos en las últimas décadas, cinco: Mario Monti, Enrico Letta, Matteo Renzi, Paolo Gentiloni y, hasta ahora, Mario Draghi, todos ellos financieros seleccionados por Bruselas. Por no hablar de la «capo di tutti i capi», Ursula von der Leyen, presidente de la todopoderosa Comisión Europea, elegida por nadie y con el poder de amenazar al pueblo italiano con castigarle ‘a la húngara’ si vota como ha votado.

No, tiene que ser otra cosa. ¿Imponer una doctrina única de Estado, obligatoria para todo el mundo? De esto Hungría y Polonia saben algo; saben que salirse un centímetro de la más estricta ortodoxia «woke» -como ponerle pegas al aborto u objetar a la propaganda LGBI entre niños- les puede llevar castigados de cara a la pared.

¿Una policía política, al servicio de la ideología estatal? En Estados Unidos, el FBI ha asaltado la residencia privada del expresidente Trump y de algunos de sus socios con vagos motivos, ha enviado a treinta agentes del equipo SWAT a detener a un líder provida. Más cerca, en el Reino Unido, han mandado a la cárcel a un maestro por negarse a dirigirse a un alumno con los pronombres que este ha elegido caprichosamente.

¿Tal vez recortes obvios de libertades y derechos? Después de dos años de imponer arrestos domiciliarios universales con la excusa de una pandemia, coaccionar con amenazas de despido y restricciones de movilidad para administrar una terapia experimental, tenernos embozados por todos lados y demás caprichos que hubieran puesto los dientes largos a Pol Pot, que el sistema pretenda que ellos son la libertad es simplemente una broma cruel. Y los italianos lo han entendido perfectamente.

La victoria de Meloni, tras los buenos resultados de los Demócratas Suecos, es una serie que promete cambiar radicalmente el panorama político en la Unión Europea y que tiene aterrados a los burócratas de Bruselas. Pero no es una más, porque Italia es «núcleo duro», país fundador, una potencia dentro de la UE y en el mundo, a la que difícilmente se puede tratar como a Hungría y Polonia.

El probable gobierno tendrá que tomar decisiones difíciles, por ejemplo para proteger a los hogares y empresas italianos de los altísimos precios del gas natural y la electricidad. Si bien las lamentables finanzas públicas de Italia permiten un margen limitado de generosidad fiscal, es probable que Italia aplique una estrategia de estímulo fiscal específico y financiado con deuda similar a la anunciada por la nueva primera ministra británica, Liz Truss.

Durante la campaña electoral, Meloni trató de asegurar a los votantes e inversores que mantendrá bajo control la gigantesca deuda de Italia y que no cuestionará las alianzas extranjeras del país ni el apoyo a Ucrania.

Mientras, la riada de lágrimas progres amenazan con convertirse en una inundación.

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