Buena parte de los europeos miran hoy con entusiasmo y con esperanza a Italia, país que ha dicho un rotundo no en las elecciones de este domingo a las agendas globalistas dictaminadas en despachos por burócratas a los que nadie ha votado.
Millones de italianos han apostado, mal que le pese a Von der Leyen, por Fratelli d’Italia para liderar un gobierno sensato que dote al país de estabilidad y que construya la alternativa a las políticas globalistas que les arruinan y que no les dejan vivir de forma segura en sus barrios.
El triunfo del partido de Giorgia Meloni, que se enorgullece de su historia, de sus traiciones y de sus símbolos nacionales; y que defiende la soberanía, la patria y la identidad nacional; la familia, la sacralidad de la vida y las raíces cristianas de Europa; las fronteras, la propiedad privada… y el sentido común, y la consiguiente mayoría absoluta de la coalición de centro-derecha tanto en el Congreso como en el Senado es, sin duda, un espaldarazo a la resistencia de las fuerzas nacionales del Viejo Continente.
La reacción continúa y no va a parar. Ahora, a Hungría y a Polonia se les ha sumado uno de los países fundadores de la UE, la tercera potencia económica. La Europa de naciones fuertes y soberanas que cooperen en libertad está más cerca que nunca.