El Ć©xito de la manifestación de Vox en la Plaza de Colón fue, sin duda, inesperado. Pero no por Vox āsu lema de Ā«sin miedo a nada ni a nadieĀ» les inmuniza contra cualquier derrotismoā, sino por todos aquellos que se empeƱaron durante la semana precedente en atacar o silenciar al partido de Santiago Abascal para desmovilizar a las bases de ese movimiento patriótico realista que lo es por contraposición al irrealismo āel uso abusivo de la mentiraā del resto de los partidos y de los medios que de ellos dependen.
Sin publicidad, sin altavoces, incluso caricaturizado por los periódicos que a izquierda y derecha son incapaces de reflexionar con honradez y con un mĆnimo de rigor intelectual sobre el fenómeno polĆtico mĆ”s extraordinario de la Ćŗltima dĆ©cada en EspaƱa, Vox convoca, los espaƱoles acuden y entre los dos fuerzan a los medios a corregir titulares y crónicas.
Lo mĆ”s importante no es que Vox Ā«saque mĆŗsculoĀ» como titularon varios medios. Lo importante es que todos los espaƱoles que ayer se dieron cita en Colón (una plaza que le pertenece en propiedad a los de Abascal por incomparecencia acusada de los demĆ”s partidos de oposición), se marcharon a sus casas en perfecto orden con la sensación del deber cumplido y con, y esta es la clave, un refuerzo de la moral de triunfo necesaria para dar la batalla polĆtica y cultural por EspaƱa a las puertas de un aƱo decisivo para el futuro de la nación.
A la distancia de un grito, el dĆa anterior, el Partido Popular habĆa llenado de militantes un polideportivo cerrado con capacidad para poco menos de 2.000 personas. Esta es la diferencia, y no cuantitativa, entre dos partidos muy distintos. Nadie puede decir que Feijóo serĆa incapaz de convocar a decenas de miles de personas en una plaza madrileƱa. Puede que lo consiguiera, pero jamĆ”s lo sabremos porque la diferencia, de la que Ć©l se jacta, es que no quiere alterar el statu quo establecido por el consenso que desde hace dĆ©cadas exige que la derecha sea moderada āacolchada en los despachosā mientras la izquierda, toda la izquierda desde el principio de los tiempos democrĆ”ticos, sea radical y patrimonialice la calle.
No caeremos en el voluntarismo de pensar que los Ć©xitos de Vox han logrado que la izquierda pierda la calle. La usarĆ”n cuando les convenga, como siempre. Lo esencial, que no es invisible a los ojos de los que acuden a las concentraciones pacĆficas, siempre pacĆficas, de Vox, es demostrar un coraje que clama y reclama respeto por una fuerza nacional singular que madruga, trabaja y protesta, y que ha llegado para quedarse y competir, tambiĆ©n y sobre todo desde la calle, por el poder.
Cuanto antes se den cuenta de esto los que hacen del insulto o el desprecio a Vox el centro de sus campaƱas polĆticas y mediĆ”ticas, mejor para la democracia espaƱola hoy en peligro. Cuanto mĆ”s tarde, peor para ellos.