«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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28 de noviembre de 2022

Los españoles merecen respeto

Manifestación convocada por VOX en la Plaza de Colón. Flicker VOX

El éxito de la manifestación de Vox en la Plaza de Colón fue, sin duda, inesperado. Pero no por Vox —su lema de «sin miedo a nada ni a nadie» les inmuniza contra cualquier derrotismo—, sino por todos aquellos que se empeñaron durante la semana precedente en atacar o silenciar al partido de Santiago Abascal para desmovilizar a las bases de ese movimiento patriótico realista que lo es por contraposición al irrealismo —el uso abusivo de la mentira— del resto de los partidos y de los medios que de ellos dependen. 

Sin publicidad, sin altavoces, incluso caricaturizado por los periódicos que a izquierda y derecha son incapaces de reflexionar con honradez y con un mínimo de rigor intelectual sobre el fenómeno político más extraordinario de la última década en España, Vox convoca, los españoles acuden y entre los dos fuerzan a los medios a corregir titulares y crónicas.

Lo más importante no es que Vox «saque músculo» como titularon varios medios. Lo importante es que todos los españoles que ayer se dieron cita en Colón (una plaza que le pertenece en propiedad a los de Abascal por incomparecencia acusada de los demás partidos de oposición), se marcharon a sus casas en perfecto orden con la sensación del deber cumplido y con, y esta es la clave, un refuerzo de la moral de triunfo necesaria para dar la batalla política y cultural por España a las puertas de un año decisivo para el futuro de la nación.

A la distancia de un grito, el día anterior, el Partido Popular había llenado de militantes un polideportivo cerrado con capacidad para poco menos de 2.000 personas. Esta es la diferencia, y no cuantitativa, entre dos partidos muy distintos. Nadie puede decir que Feijóo sería incapaz de convocar a decenas de miles de personas en una plaza madrileña. Puede que lo consiguiera, pero jamás lo sabremos porque la diferencia, de la que él se jacta, es que no quiere alterar el statu quo establecido por el consenso que desde hace décadas exige que la derecha sea moderada —acolchada en los despachos— mientras la izquierda, toda la izquierda desde el principio de los tiempos democráticos, sea radical y patrimonialice la calle.

No caeremos en el voluntarismo de pensar que los éxitos de Vox han logrado que la izquierda pierda la calle. La usarán cuando les convenga, como siempre. Lo esencial, que no es invisible a los ojos de los que acuden a las concentraciones pacíficas, siempre pacíficas, de Vox, es demostrar un coraje que clama y reclama respeto por una fuerza nacional singular que madruga, trabaja y protesta, y que ha llegado para quedarse y competir, también y sobre todo desde la calle, por el poder.

Cuanto antes se den cuenta de esto los que hacen del insulto o el desprecio a Vox el centro de sus campañas políticas y mediáticas, mejor para la democracia española hoy en peligro. Cuanto más tarde, peor para ellos.

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