«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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7 de julio de 2021

Los límites del humor

José Antonio Ortega Lara y Santiago Abascal (Foto: E. Botella / Ep)

El humor nos presenta la realidad y la enjuicia, la critica, la satiriza, la parodia y nos obliga a pensar. Tiene efectos mucho más allá de la risa y la liberación de dopamina, como, por ejemplo, la formación de los discursos populares. Más aún: lo humorístico puede no ser cómico. Incluso, no provocar la más mínima sonrisa. Y sin embargo, debe tener gracia.

Quizá, y sin quizá, sea ese el problema que encontramos para defender la libertad de un medio como El Jueves y de su empresa editora, RBA, en el caso concreto de la publicación de unas viñetas sobre determinados líderes de VOX. Viñetas que no sólo no provocan ni la más mínima sonrisa, sino que no tienen gracia. Y si no la tienen, es que no es humor, sino puro activismo político que se camufla en lo satírico para buscar la impunidad.

Es cierto que El Jueves se presenta como una publicación satírica y durante las primeras décadas de su existencia cumplió en lo esencial con su cometido. En algunos casos incluso rozó la excelencia humorística, aunque fuera con fines políticos, como en las parodias sobre el servicio militar que dibujó el malogrado Ivá y que ayudaron a conformar un estado de opinión que sin duda allanó el camino a la supresión de la mili.

Hoy, las generaciones que disfrutamos hace tantos años de su humor satírico, irreverente, agudo y libre, incluso los que jamás fuimos de izquierdas, no reconocemos a la publicación. El Jueves apenas es ya un panfleto de extrema izquierda con resabios secesionistas, como aquella terrible revista republicana y anticlerical que fue La Traca, que sólo compite con Mongolia en a ver quién ofende más, como si buscar la ofensa fuera el objetivo del humor. Que no lo es.

En esta deriva absurda que ha llevado a El Jueves a convertirse en un pasquín sectario irrelevante, sin lectores, deficitario, mantenido artificialmente para cumplir unos fines políticos, la empresa editora decidió ayer utilizar una viñeta cómica para humillar con fines políticos a una víctima del terrorismo etarra aludiendo a su condición de víctima del terrorismo etarra. Repitan la última frase en voz alta y tendrán la respuesta a la eterna pregunta de cuáles son los límites del humor.

Más allá de unas viñetas sin gracia alguna —en el caso de la dedicada a José Antonio Ortega Lara de una villanía insoportable y a buen seguro que reprochable a la luz del artículo 578 del Código Penal que castiga la humillación o el menosprecio a las víctimas del terrorismo—, los humoristas, los que merezcan tal nombre, deben seguir satirizando, parodiando y criticando a VOX. Las opiniones o discursos que, por humorísticos, más puedan molestar o zaherir a un partido político —a todos los partidos, sobre todo a los gobernantes— son esenciales para la formación de una opinión pública libre y plural sin la que no puede haber una sociedad democrática.

Pero este no es el caso que nos ocupa. Escudarse detrás de una etiqueta de publicación humorística como hace El Jueves para no hacer humor, sino basura política escatológica sin gracia y pagada por encargo, es miserable.

Si Ivá levantara la cabeza…

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