Con los hechos ocurridos ayer en Vallecas, el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, ha completado su semana fantÔstica después de conocer la sentencia sobre el caso del coronel Pérez de los Cobos, con otra demostración de que estamos ante uno de los mÔs tristes ministros del Interior de nuestra historia constitucional y que su dimisión o su cese son un asunto de interés nacional y una causa de pura defensa de la libertad y de la democracia.
La dejación de la PolicĆa bajo el mando de Grande Marlaska a la hora de controlar el acceso a los violentos que ayer fueron a reventar un acto electoral de VOX como es la presentación de sus candidatos, no es ineficacia, porque conocemos la capacidad demostrada de la PolicĆa Nacional curtida en mil eventos mucho mĆ”s complicados. Es una acción polĆtica deliberada que desde el poder busca vincular a VOX con la violencia, da igual si la condición de la formación de Santiago Abascal es siempre la de vĆctima de la violencia.
La posibilidad de celebrar en libertad y en paz todos los actos de un partido democrĆ”tico, legal y al servicio de EspaƱa, es un imperativo que mide, como ningĆŗn otro, la temperatura democrĆ”tica de una nación y de sus gobernantes. Santiago Abascal tuvo millones de razones, tantas como votos, ademĆ”s del Código Penal y la Ley Electoral, para negarse a suspender el acto de presentación de candidatos a las elecciones en Madrid y exigir a la PolicĆa que despejara la Plaza de la Constitución del barrio de Vallecas, una Constitución tan violada ayer por la chusma antifa violenta convocada con impunidad desde casoplones serranos no tan lejanos.
Ā«Esto no pasa en ningĆŗn otro paĆs de EuropaĀ«, gritó ayer Abascal mientras a su alrededor, sobre sus compaƱeros y sobre sus simpatizantes, volaban botellas, ladrillos, amenazas y latas puntiagudas que privaron a los ciudadanos su derecho a recibir información libre sobre los candidatos de un partido polĆtico. Por eso, porque el Gobierno consiente y ampara el hecho lamentable de que EspaƱa se haya convertido en la excepción europea, es por lo que el ministro Grande Marlaska debe cesar al instante y su actuación, investigada para depurar posibles responsabilidades penales.
Ocioso es decirlo, pero el uso de las fuerzas de seguridad para intereses ilegĆtimos es la peor forma de corrupción posible, mucho mĆ”s nefasta que la económica porque el perjuicio es mucho mayor y de consecuencias funestas que la Historia ya conoce. A estas alturas, despuĆ©s de dos aƱos de desgobierno que han causado pĆ©rdidas irreparables a la sociedad espaƱola, apelar a la responsabilidad del presidente del Gobierno, el que se concede un notable alto por su gestión de la pandemia, es una lastimosa pĆ©rdida de tiempo. Pero nos daba cosa no intentarlo. Queda hecho, por tanto, el esfuerzo inĆŗtil de escribir que SĆ”nchez debe reflexionar sobre su responsabilidad ante los hechos futuros que siempre se derivan de los delitos presentes.