«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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19 de noviembre de 2021

Más que un francomodín

Es conocida la táctica clásica de propaganda política de inventar un enemigo para desviar la atención de cualquier grave crisis causada por la impericia, la improvisación o la inutilidad de un Gobierno. Los regímenes totalitarios abusan de esta táctica. Los gobierno socialcomunistas, redundancia de totalitarios, también.

La mayoría de los analistas han interpretado la enésima aparición política del espectro del general Franco, invocado por los partidos del monstruo de Frankenstein en el poder, en esta clave. El francomodín que usa sin medida el socialismo que desgobierna lo que queda de España casi sin interrupción desde 2004, es una magnífica arma de distracción de los graves problemas sociales, económicos y políticos que aquejan a nuestra nación y que están en el ánimo, en las nóminas y en las facturas mensuales de la inmensa mayoría de los españoles.

Pero el anuncio de la derogación (todavía no sabemos cómo, pero algo ayudará la nueva composición del Tribunal Constitucional que el Partido Popular ha perpetrado junto a PSOE y Podemos) de la Ley de Amnistía que en la Transición ayudó la reconciliación de los españoles con una generosidad asimétrica, va mucho más allá del uso de un francomodín para desvíar la atención de la grave ineptitud del Gobierno del doctor (?) Sánchez a la hora de garantizar la seguridad, la prosperidad y no ya el futuro, sino el presente de los españoles.

Jurisconsultos, eruditos a la tertulia y algún leguleyo se empeñan en asegurar que la derogación de la Ley de Amnistía es imposible. Y se equivocan. Lo que es imposible es no ver que el socialcomunismo de corte bolivariano ha logrado modificar lo inmodificable en muchas naciones de la Iberosfera en las que también, como en la nuestra, hubo voces moderadas que negaron cualquier posibilidad de que el socialismo asaltara la Justicia y usara la fuerza del peligroso positivismo jurídico para imponer leyes totalitarias que se dicen democráticas, pero que no lo son.

Sin límite ético alguno, ni respeto por los que nos precedieron y que en 1978 se fundieron en un abrazo que cerró las pocas heridas que no hubieran cicatrizado, el neosocialismo sanchista que ha destruido lo poco que quedaba de sentido de Estado en el PSOE, maniobra para dinamitar los pilares esenciales del régimen constitucional.

Conocemos los principios y las acciones de VOX en defensa de la Constitución, el Estado de Derecho y el rigor histórico, ese antídoto contra la falsa memoria demócrática. Ahora sólo nos queda preguntarnos qué piensa hacer el Partido Popular además de su conocida afición al pasteleo por un quítame allá esa etiqueta de franquista que, hoy, sólo puede afectar a los acomplejados o a los que dan más importancia a la guerras internas por el control del partido que a la nación española. El todavía líder del PP, Pablo Casado, debe cerrar la lucha de egos en su formación o hacerse a un lado y dejar que pase el siguiente, siempre que el siguiente no sea, de nuevo, otro Rajoy de los que se van a un reservado a fumarse un puro y beberse un gin-tonic cuando el socialismo está a punto de completar el asalto a España y a su Historia.

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