«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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23 de abril de 2023

Otra macabra villanía

«La Falange Española de las JONS, ante las primeras noticias de haber sido profanadas las tumbas de los capitanes Galán y García Hernández, no quiere demorar por veinticuatro horas su repulsión hacia los cobardes autores de semejante acto. Quien demostrara su aquiescencia para tan macabra villanía no tendría asegurada ni por un instante su permanencia en la Falange Española y de las JONS, porque en sus filas se conoce muy bien el decoro de morir por una idea». (Arriba, número 4, 11 de abril de 1935)

Aunque no sabemos quién escribió el suelto que copiamos de aquel periódico falangista liquidado en 1979, es de sentido común atribuirlo a la mano del propio José Antonio Primo de Rivera. En todas sus escritos, artículos y discursos, el fundador de la Falange tenía la sana costumbre de usar las palabras correctas. Y no hay duda de que las palabras correctas para calificar la profanación de una tumba, de cualquier tumba, incluida la sepultura de dos iconos del republicanismo revolucionario como los sublevados de Jaca, los capitanes Fermín Galán y Miguel Ángel García Hernández, son las de «macabra villanía».

Mañana, si lo previsto queda cumplido, la familia de Primo de Rivera exhumará del Valle de los Caídos el cadáver de José Antonio. Así lo han dispuesto los deudos para adelantarse a la profanación pensada por el Gobierno presidido por un hombre, Pedro Sánchez, y compuesto por dos partidos, el socialista y el comunista —disfrazado con otro nombre—, que en su afán de reivindicarse de continuo como herederos directos y sentimentales de aquellos que condujeron a España a una guerra civil apasionada y trágica, han destruido el espíritu de concordia de la Transición y libran ya desde hace tiempo la batalla más vil y cobarde, que es aquella que se entabla contra unos muertos indefensos.

Para mayor deshonor, los socialistas y comunistas en el poder, algunos de los cuales no saben ni siquiera quién fue José Antonio y lo confunden con su padre, el general don Miguel Primo de Rivera, cuentan con la cooperación estimable de dos partidos separatistas de reciente pasado criminal como la Esquerra Republicana y los filoetarras de Bildu, pero también con la cooperación esencial de los que pudieron haber evitado tantas macabras villanías y no lo hicieron.

No hará falta que digamos sus nombres. Unos son los que prometieron acabar con las leyes de memoria democrática y cuando tuvieron la oportunidad y el respaldo de los españoles para hacerlo, incumplieron su palabra de velar por el espíritu de reconciliación nacional. Los otros son ciertas jerarquías desagradecidas —porque motivos tenían para agradecer ciertas vidas— que debían cumplir la misión de velar por el descanso de unos muertos enterrados en sagrado.

Mañana, con la indecorosa —por preventiva— exhumación del cadáver de un hombre que fue ejecutado por una idea de España y que rogó en la madrugada de su injusto fusilamiento que la suya fuera la última sangre derramada por españoles en contiendas civiles, el Gobierno de Sánchez, autor y heredero de tantas bajezas y ruindades, mostrará su satisfacción por haber ganado la penúltima batalla de una guerra lejana que sus antecesores desearon y perdieron.

Esa satisfacción será una macabra villanía. Otra más. No será la última.

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