Todo lo que podemos decir sobre la rendición del rigor histórico a manos de una malhadada memoria democrática que completa el ya viejo proyecto socialista de revancha, lo ha escrito hoy Enrique García-Máiquez en una columna esencial que sostiene (las columnas que no sostienen algo son inútiles) que no cabe el pasmo ante la penúltima bajeza del PSOE que blanquea al brazo armado del nacionalismo apenas 25 años después del asesinato a cámara lenta, y en riguroso directo, de un joven concejal de un pequeño pueblo vizcaíno, Miguel Ángel Blanco.
Insistimos en que la tesis esencial de nuestro columnista es impecable y sólo podemos suscribirla y animar a su lectura reposada para que ayude a conformar la opinión crítica de los lectores de la antigua heroica nación española. Esa nación que hoy yace anestesiada por la mayoría de los medios de comunicación al servicio de la desmemoria y agendas extranjeras.
Si acaso, sólo podemos añadir que jamás ha sido obligación del pueblo, que bastante tiene con tratar de salir adelante y sobrevivir a la injerencia aplastante e ilegítima de los poderes públicos en sus vidas, reflexionar sobre la deriva hacia la miseria moral de sus gobernantes. Para eso, para la reflexión y la reacción, están los partidos políticos, el mundo académico y los pocos y muy menguados periodistas críticos que puedan quedar.
En este sentido, poco podemos esperar de un mundo académico endogámico en el que lo mejor de su producción intelectual vive extramuros de las universidades. Tampoco de los escritores de periódicos que entierran sus mejores críticas y todo lo más amagan mohines de disgusto para poder alimentarse en el pesebre bien pagao de la moderación. En cualquier caso, esos mundos, el académico y el periodístico, no tienen por qué representar a la sociedad, por lo que su responsabilidad en haber permitido que llegásemos a esta situación es notable, pero limitada.
Los que sí que tienen una responsabilidad ilimitada son los partidos políticos —herramientas de la participación de la sociedad en la vida pública— que observaron la letal trayectoria hacia la bajeza del PSOE y no la corrigieron cuando alcanzaron el poder. En román paladino: si hoy estamos en una situación límite en la que la trabajada traición histórica del PSOE permite que la ETA y sus miserables herederos políticos nos impongan su relato con desprecio del rigor histórico y de la verdad, es porque el Partido Popular no cumplió con su promesa de evitarlo. Los populares pudieron y debieron, pero tomaron la decisión consciente de no querer hacerlo.
Quizá algún día tengan la oportunidad de corregirlo. Esta vez, cuando digan que lo harán (si es que lo dicen, que puede que no), entenderán que los que sí que guardamos el recuerdo exacto de lo que ocurrió, no les creamos.