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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Retroceso o culatazo

6 de julio de 2022

El PSOE ha regalado a ETA (o sus herederos directos, por no decir «legítimos») la memoria histórica. Eso tiene escandalizados a muchos; aunque a estas alturas me extrañan que se extrañen. La gravedad del hecho no puede exagerarse: es una traición de manual a la democracia, contando entre los traicionados a las propias víctimas socialistas. No vengo a quitarle gravedad a la cuestión.

Sino a pasmarme del pasmo. La historia contemporánea española podría escribirse con las sucesivas caídas del caballo de la progresía. Para los más finos demócratas, fue el rodillo socialista de la mayoría absoluta de Felipe González, que trituró la separación de poderes hasta hoy; o el GAL; o las andanzas de Luis Roldán; o el hermano de Alfonso Guerra; o la alianza de civilizaciones de Zapatero, que con quienes se alió de verdad fue con los nacionalistas y echó a rodar esta misma memoria histórica; o las mil y una mentiras de Pedro Sánchez. Cuando me paro a contemplar su estado, del PSOE, no puedo más que sorprenderme de que queden personas con capacidad de escandalizarse de nada. Que le queden propios que dependen de la oficina de colocación del partido no es tan raro: más cornadas da el hambre. Tampoco pasma que haya votantes de piñón fijo que no vayan a cambiar ni aunque les lleven a la ruina económica y moral. ¡Pero gente libre y crítica capaz de escandalizarse! 

Se ha puesto de moda, incluso en la derecha más lela, añorar a Felipe González

En ese libro de historia de la democracia española a través de los hitos del PSOE, sería ilustrativo hacer una tabla con nombres propios: quienes se quitaron del partido o de su entorno en cada escalón que el PSOE ha descendido. Sería un excelente ejercicio. 

Hace mucha falta porque se ha puesto de moda, incluso en la derecha más lela, añorar a Felipe González. Que han ido degenerando es indudable, pero la pregunta no es ésa, sino: ¿En qué momento se jodió el PSOE, Zavalita?; esto es, ¿cuándo empezó la deriva que los ha llevado hasta los brazos de ETA? 

Creo que este efecto retroceso o este culatazo de buscar a la espalda el comienzo de la deriva que nos trajo aquí pasará a los críticos. Que necesiten saber cuándo, cómo y por qué empezó todo a torcerse. Cuando descubren que un partido es inmoral o corrupto o capaz de vender lo más sagrado para mantenerse en el poder unos meses, es muy razonable que —caída la venda de sus ojos— atisben que todo viene de lejos.

No dudo que esa indagación histórica puede aplicarse a los otros partidos e incluso a la transición en su conjunto, pero en el PSOE la curva en tan acentuada que el ejercicio deviene más pedagógico y perentorio. Además, estamos ante el escándalo de negociar con Bildu la memoria histórica que se quiere oficializar e imponer en toda España. Si esto no produce un culatazo o un retroceso, yo ya no sé qué.

Esta bajeza no debería pasmar a nadie. Es de una coherencia aplastante con toda la trayectoria centenaria del PSOE

Como no gasto energías en escandalizarme (digamos que con la pulsión abortista del PSOE ya tengo mi vaso colmado), puedo tomarme el retroceso con calma. Mi maestro Álvaro d’Ors decía que todo empezó a ir de pena en Occidente en 1517, con Lutero. Yo diría que es Guillermo de Ockham el que nos puso su navaja en la yugular. Lo que nos hizo con el nominalismo no tiene nombre.  Y aunque alguno me acusará de quedarme corto y me recuerde el episodio de Adán y Eva con la manzana, la mayoría pensará que he ido demasiado lejos. Probablemente, si hablamos del PSOE, con razón. Disculpen.

Lo que pretendo exponer en este artículo es que esta última —o ya penúltima, que con Sánchez no se sabe— bajeza no es por generación espontánea ni debería pasmar a nadie. Es de una coherencia aplastante con toda la trayectoria centenaria del partido, desde la fundación por Pablo Iglesias a la fundición por Pablo Iglesias. Resulta ingenuo pensar que el problema es Sánchez. Hay un hilo continuo de causas y efectos que nos ha traído hasta el Minotauro, con un implacable rigor lógico. Tener toda la secuencia presente —memoria histórica— resultaría muy esclarecedor. Para evitarse aspavientos que ya son un tanto ridículos y por si podemos prevenir algo, por una vez, en el futuro.

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