«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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11 de abril de 2023

Querido galgo corredor

El escritor Fernando Sánchez Dragó. Europa Press

El epitafio en la tumba de Enrique Jardiel Poncela: «Si buscáis los elogios mayores, moríos», acierta casi siempre. Hoy, no. No hay generosidad en nuestro elogio al escritor Fernando Sánchez Dragó, a nuestro columnista Dragó, el maestro y el amigo, en la hora de su muerte. No será elogio, sino justicia y gratitud.

Justicia porque trabajó cada artículo como un titán de las letras, lo que era, sin aceptar jamás una faena de aliño. El más mínimo error le torturaba y jamás cejó en su búsqueda de la perfección.

Gratitud porque quiso servir a la causa de la libertad en nuestras páginas desde el mismo día del renacimiento de La Gaceta, y lo hizo tratándonos a todos los que aquí trabajamos como sus iguales, cuando es evidente que no lo éramos y no lo seremos.

Nosotros aceptamos su insobornable libertad y él aceptó con una generosidad sin reservas que lo dirigiéramos.

Jamás exigió nada. Jamás impuso su nombre, su edad, su condición ni su fama bien ganada. Cuando pidió algo, una reseña, una pequeña nota, o publicar una columna extraordinaria para despedirse de un amigo de los que se le iban muriendo a paladas, siempre empezaba la conversación con un «querido [aquí el nombre del director]» que destruía cualquier defensa con esa voz profunda y hermosa que mantuvo joven, viril y apasionada hasta el final.

Durante dos años y medio, desde el mismo día del nacimiento de La Gaceta de la Iberosfera, jamás dejó de cumplir ni un solo hora de cierre, y podría haberlo hecho. No se lo hubiéramos reprochado. Pero él, sí. Qué gran español y qué poco español.

Jamás dejó de tener una palabra de aliento y jamás, jamás, trató de forzar los límites para imponer su reflexión fundada, erudita y bibliófila sobre el mundo entero que él conocía como otros conocemos el salón de nuestra casa.

Nunca olvidó adjuntar un abrazo cuando enviaba su columna semanal. Jamás negó una conversación, una entrevista a salto de mata o un consejo. Aceptó la crítica y alguna minúscula y extraordinaria, por lo rara e innecesaria, corrección.

Ayer, a la hora de su muerte, tendríamos que haber recibido su último artículo. Aún seguimos refrescando la página del correo electrónico por si su muerte sólo hubiera sido un mal sueño. No tenemos la menor duda de que Dragó murió escribiendo su última columna para La Gaceta desde el sillón de su casa soriana en Castilfrío de la Sierra. Su casa, que siempre nos dijo, y siempre lo creímos, que era la nuestra.

Descansa en paz, querido galgo corredor. Gracias. Nos veremos.

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