La dictadura de Nicolás Maduro y la oposición cohabitadora encabezada por Juan Guaidó han firmado el llamado memorando de entendimiento y han confirmado «reuniones constructivas» en el marco de un erróneo e indigno nuevo proceso de diálogo.
Decimos erróneo porque es inútil para los venezolanos que sufren la negligencia y la incapacidad de Nicolás Maduro. No va a terminar con el hambre, la miseria y el terror que sufren. Y también indigno porque echa para atrás los esfuerzos de la oposición valiente al chavismo, personalizada en disidentes como María Corina Machado, que siempre ha recordado que en el caso venezolano no están lidiando con políticos, sino con criminales.
El documento llama a levantar las sanciones contra el Estado, que no son sanciones contra el Estado, sino contra los altos cargos chavistas que han saqueado Venezuela y matan a su pueblo, e incide en una «convivencia política» absolutamente imposible con un régimen que busca como salvación la impunidad y que ha perpetrado crímenes de lesa humanidad, tal y como concluyó la anterior fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional, Fatou Bensouda, en un informe sacado a la luz pública la pasada semana.
En él -recordamos- se menciona que autoridades civiles, miembros de las fuerzas armadas e individuos progubernamentales llevaron a cabo -al menos desde abril de 2017- encarcelaciones, torturas, violaciones y otras formas de violencia sexual de gravedad comparable, e impusieron una persecución permanente por motivos políticos.
Sin duda, esta negociación, ya celebrada por Maduro, no es el camino para acabar con el régimen, constituye un ataque al venezolano indefenso y sirve para dotar de una legitimidad que no merece a una tiranía sanguinaria que puede perpetuarse.