El vil mercadeo de sillones en el Ente público RTVE pactado y suscrito entre PSOE, Podemos y el PP con apariencia de consenso, merece una reflexión que va más allá de la presencia de programas nefandos, corrupciones lingüísticas, desprecio a determinadas —una, en concreto— fuerzas políticas y descarada contratación millonaria de productoras externas innecesarias que usan la plataforma pública para sus intereses partidistas.
Esa reflexión, insistimos, más allá del descrédito en el que caen sus informativos cada vez que la la izquierda controla el Ente y el uso partidista que se hace de esa casa con desprecio del dinero que nos cuesta a los contribuyentes, gira en torno al hecho fundamental de que RTVE, su histórico servicio de Radio Exterior, así como las emisiones de su canal internacional, son la primera imagen que proyecta España de sí misma ante el mundo.
Por desgracia, la demostrada profesionalidad de muchos de sus periodistas y técnicos se pone en entredicho a diario por la abundante e intimídante presencia entre ellos de comisarios políticos al servicio de intereses sectarios. Además, el uso abusivo de la producción externa en una cadena que cuesta a los españoles mucho más de lo que reciben de ella, nos traslada a un universo de amiguismo, nepotismo y sectarismo que mina la reputación de lo que debería ser un servicio público basado sólo en criterios de calidad, búsqueda constante y exquisita de la neutralidad informativa y una pluralidad real al servicio tan solo del español como lengua y de los valores constitucionales.
El reparto de consejeros realizado por el consenso entre PSOE, Podemos y el Partido Popular ofrece un futuro desolador para lo que debería ser un medio —con sus múltiples canales y emisoras— divulgativo, didáctico y de calidad que priorice la promoción y defensa del español y de la cultura española en el mundo. Bien el contrario, el chalaneo de consejeros pactado por los partidos del establishment nos devuelve a la situación de statu quo ante tantas veces repetido a lo largo de los últimos 40 años en el que la izquierda va colocando sus peones políticos en los puestos clave mientras el ultracentrismo moderado reformista se garantiza unas palmaditas en la espalda y, de tanto en tanto, un hueso pequeño y roído.
Hace bien VOX, que sufre a diario el desprecio en los programas de RTVE de los comisarios políticos de la izquierda, en no participar en ese chalaneo indigno de sillones. De esa manera, el día que corresponda —y puede que no esté lejano—, podrá llegar con la mirada limpia y la conciencia tranquila para transformar RTVE con criterios profesionales en lo que España, su imagen ante el mundo y el español como lengua universal de la Hispanidad, merecen.
Y merecen mucho más que una RTVE al servicio de unos pocos.