«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
EDITORIAL
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30 de marzo de 2022

Sánchez I, el autócrata

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Europa Press

Pedimos permiso para dudar, con legítima desconfianza, de que un presidente que balbucea cuando tiene que hablar de soberanía energética, sepa qué es la autocracia. Si lo supiera, no habría expresado en voz alta su deseo de recurrir a una cacicada autocrática para eliminar del Diario de Sesiones del Congreso la alusión del líder de VOX a la autocrática concepción del poder del presidente Sánchez.

Sánchez, sí, es un autócrata de manual. Cierto que sin los clásicos entorchados y los sables que suelen acompañar a estas figuras históricas, pero de manual. Es decir, un líder que, sin control alguno, gobierna de manera personalista sin restricciones y que legisla en función de su voluntad. Caudillo de Estepaís por la gracia del derecho positivo.

Esa es justo la manera de gobernar de Sánchez desde semanas antes del comienzo de la pandemia, cuando sin control ni brida alguna, negó la existencia de la enfermedad por sus santos reales. El que luego cerró el Parlamento de la Nación para que la oposición no pudiera reprochar nada de todo lo que no hizo o dejó de hacer. El que se inventó comités de expertos —que jamás hubo—, para imponer, por sus narices, dos estados de alarma ilegales, el segundo sin control alguno durante seis meses y una serie de restricciones de los derechos de los españoles que quebraron la confianza de los gobernados en las estructuras del sistema.

Es el mismo Sánchez que decidió, sin consultas, mientras unos 150.000 españoles eran incinerados en cementerios y millones se quemaban en el desempleo y en los ERTE, que usaría el dinero de los Fondos europeos oara emergencias climáticas, transiciones ecológicas y ciberseguridades. El mismo Sánchez que gasta dinero de nuestros impuestos en reformas de palacios de verano para él y los suyos. El mismo autócrata, sin galones ni bigotes, sólo con camisas de cuellos horteras, que sin escuchar al tribunal que los condenó, a la fiscalía que los persiguió y a los españoles a los que fracturó, decidió por sus caprichos que indultaría a los golpistas catalanes. El asalto al Tribunal de Cuentas es un ejemplo clásico de autocracia apoyada en una falsa oposición, de la misma manera que el uso abusivo de dinero público con fines propagandísticos es una característica esencial del autócrata. Veinte mil millones de euros, con la que está cayendo, para transversalidades feministas, son 20.000 millones de pruebas de autocracia. Si recuerdan cómo el Gobierno de Pedro Sánchez introdujo en España a un criminal del Polisario que estaba buscado por un tribunal español, tendrán la definición de lo que es un autócrata sin necesidad de recurrir a un diccionario.

Pero si sólo tuviéramos una oportunidad para explicar qué es la autocracia, la aprovecharíamos para hablar del Sáhara y del cambio de la política exterior española en un tema tan sensible y que afecta a nuestros intereses permanentes y a la relación que mantenemos con una potencia agresora extranjera como Marruecos. La ley, sólo la ley a la que Sánchez es refractario, exige que las políticas exteriores de la nación pasen por el Parlamento. Sánchez no lo hizo así, sino por sus santos poderes.

Santiago Abascal tiene razón. Otra vez. ¿No se cansa? Nadie había definido tan bien a Sánchez desde que alguien, hace ya años, escribió que «este hombre vendería a su madre por el poder». Un poder ilimitado, unipersonal, ilegítimo, desleal y sin restricciones… el tipo de poder que le gusta a Sánchez I, el autócrata.

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