«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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EDITORIAL
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7 de junio de 2022

Serenidad, ¿para qué?

El presidente en funciones de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla (EP)

En el debate de ayer, Juanma Moreno Bonilla, presidente en funciones de la Junta, apeló hasta en cinco ocasiones a la «Andalucía serena» como motor de su candidatura. Debe de ser esa serenidad, es decir, la ausencia de cualquier turbación física o moral, la que le ha impedido acometer durante todo su mandato el proceso imprescindible de cambio real que los andaluces no sólo demandan, sino que necesitan. Un proceso urgente no sólo para acabar con el gasto político e ideológico que sangra con especial afán los bolsillos de los contribuyentes andaluces, sino para acometer los grandes retos que la crisis económica nacional, el colapso demográfico, la crisis educativa, nuestra penosa pérdida de todo rastro de soberanía energética y la defensa de la Frontera Sur de la Unión Europea frente a la inmigración ilegal, nos demandan.

Quizá confunda el candidato Moreno la serenidad con la inmovilidad y la mirada al tendido. Ese laissez faire del Gobierno del PP y C’s que no ha comprometido el poder, real y enorme, del socialismo en Andalucía, es una mala idea para el futuro de una región con una potencia enorme, pero deprimida por las prácticas ideológicas y corruptas socialistas que han generado dependencia y clientelismo.

Andalucía tiene problemas y retos que no se solucionan con serenidad, sino aterrizando medidas valientes y desacomplejadas para desmontar el entramado de 37 años de incompetencia.

Quizá haya sido esa serenidad la que ha impedido a Moreno rebelarse contra el desastre anunciado de la última ley de educación socialista. Quizá haya sido la moderación lo que le ha impedido desmantelar esa administración paralela de cónyuges y amiguetes que cada día emborrona el buen nombre de los funcionarios honrados andaluces. La serenidad no puede ser tratar con deferencia a partidos y sindicatos de la izquierda que desde Marinaleda a Mercasevilla, pasando por los ERE, los cursos de formación y la Faffe de la banda del word perfect, han usado a Andalucía como un cortijo. Empecemos desde abajo: ¿qué se podría haber hecho con los 30.000 euros que ha costado el programa para que mujeres de entre 18 y 65 años aprendan a montar en bicicleta? Esta es la clave. Y de ahí, para arriba. 

La serenidad no remediará el colapso demográfico que anticipa la tasa bruta de natalidad de Andalucía que ha descendido dos puntos en la última década, sino políticas activas y desacomplejadas de promoción de la natalidad que pongan a las familias en el centro de la acción de Gobierno. Esa serenidad, por fin, impedirá separar lo importante de lo accesorio, como ocurre en el caso de la Educación, donde lo importante es elevar la exigencia de los profesores y los alumnos y la excelencia del temario. Lo accesorio, por mucho que se empeñe la izquierda y recoja el serenísimo PP, es la ratio.

La centralidad, ese lugar geográfico desplazado hacia la izquierda en el que se instaló el PP desde hace ya demasiado tiempo, es el lugar menos sereno del mundo. Nada tiene de apacible, salvo para el propietario del sillón, contemplar todo lo que compromete el presente y el futuro de Andalucía y no hacer lo que hay que hacer para  remediarlo.

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