«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
EDITORIAL
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5 de agosto de 2022

Serpientes de verano

El monstruo del Lago Ness (wikimedia)

Los más jóvenes no recordarán una época en el mundo del periodismo en la que con la llegada del verano y la ralentización de la vida pública, los periódicos en papel —aquellos motores de la información—, recurrían a noticias extravagantes que bordeaban el bulo para alimentar sus menguadas páginas. El monstruo del Lago Ness, pongamos como ejemplo, siempre era avistado en los meses de la canícula. Jamás en octubre. Igual que los cocodrilos en las alcantarillas de Nueva York o el posible frenesí devorador de un marrajo frente a la Manga del Mar Menor.

Es verdad que eran tiempos de entente cordial entre los periodistas y los lectores, que aceptaban pagar este sobrevuelo por la frivolidad informativa y por los sucesos adornados, y que se complementaba con las crónicas escritas en un moleskine de las vacaciones de los ricos y los famosos en Puerto Banús o en la Corte paralela de Mallorca.

Pero entonces llegó internet. El modelo de negocio de la comunicación cambió y los periódicos se vieron forzados a competir por, y nunca mejor dicho que hoy, el pinchazo, también conocido como el clic. Es verdad que nada de esto es nuevo. Hay miles de ejemplos en la historia del periodismo de directores de medios con pretensiones de seriedad que autorizaron la publicación de fantasías ilustradas para aumentar sus tiradas. En el Museo de los Engaños del periodismo hay de todo, desde selenitas a vista de telescopio (The Sun, 1835), la gran fuga de animales salvajes del zoo de Nueva York (The New Herald, 1875) a la falsa secesión de Flandes narrada por la televisión pública belga en 2005.

Sin embargo, hoy, la búsqueda desesperada del clic del ratón del lector ha forzado que las serpientes de verano dejen de ser una excepción tolerable y han convertido la desinformación en regla general. Los diarios en la red se han llenado de cebos para que los lectores piquen y se mantenga la fantasía de que el número de páginas vistas da la medida de la influencia de un periódico en la sociedad a la que dice servir.

Por todo lo anterior, no podemos dejar de denunciar el innoble espectáculo que muchos medios, algunos, insistimos, con pretensiones de seriedad, están dando con la publicación de seudoinformaciones acerca de una supuesta oleada de agresiones a jóvenes en fiestas veraniegas con jeringuillas cargadas con sustancias que anulan la voluntad del agredido. La verdad no es esa. Apenas ha habido un caso todavía bajo investigación y no es tolerable que los periódicos (y a rebufo de ellos, la radio y las televisiones), en su búsqueda del clic fácil, fomenten el miedo en buena parte de la población —sobre todo en el sector de los padres sobreprotectores, que por desgracia cada vez son más—, después de dos veranos tan complicados para el ocio, necesario, incluso vital, de los jóvenes.

Reflexionen nuestros colegas de la Prensa y reflexionen también las empresas editoras que someten a sus periodistas a la dictadura de los pinchazos publicando noticias en condicional, alarmas injustificadas y bulos perniciosos. Entre crisis económica, el desastre energético, guerras lejanas, invasiones fronterizas, virus chinos, corrupción, amiguismo, pérdida de libertades, desafíos secesionistas, mal uso de nuestros impuestos, la pertinaz sequía, la salud mental de los españoles tras dos años y medio de pandemia, el pobre estado de los medios para nuestra Defensa Nacional y las mentiras comprobables, constantes e irritantes de nuestro presidente del Gobierno, no hace falta recurrir a serpientes de verano.

Y si no pueden evitarlo, al menos vuelvan al monstruo del Lago Ness.

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