«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
EDITORIAL
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26 de julio de 2023

Tahúres demoscópicos

"Amor en las cartas" por Alan Cleaver con licencia CC BY 2.0.

El pasado 6 de julio, justo antes del arranque oficial de la campaña electoral, alertamos de que determinadas empresas demoscópicas habían diseñado una operación de corrupción de la realidad en beneficio de la alternancia del bipartidismo institucionalizado.

De nuevo, por desgracia, acertamos. Pero no acertamos por casualidad, sino porque conocemos el método. Por decirlo más claro: acertamos porque no nacimos ayer y tenemos muy estudiados a nuestros clásicos.

Va para un siglo que las encuestas de opinión llegaron a la vida pública y hay una ingente producción académica sobre sus efectos indeseables para una democracia representativa. En el editorial citado —insistimos, publicado antes de que comenzara la campaña electoral— alertamos de que su influencia era ilegítima porque las casas demoscópicas hace tiempo que dejaron de estar al servicio de la verdad, sino al del bipartidismo institucionalizado y sus medios para orientar la decisión de los electores hacia el «voto útil», que sólo es el voto fútil. En concreto, aquel voto que una vez depositado y contado, genera una intensa frustración en el elector.

Todos los que participamos en la formación de la opinión pública tenemos, o mejor dicho, deberíamos tener, un compromiso ineludible con el perfeccionamiento de nuestra democracia. La española, tan imperfecta, tan desvalida frente a sus enemigos interiores y exteriores, no es un juego de cartas para tahúres demoscópicos y charlatanes de salón.

El voto, que es en tantas ocasiones la única manera que encuentra la mayoría de los españoles para participar en la vida pública —es decir, en su vida—, debe protegerse para que sea la representación más fiel de las ideas, los principios, las necesidades y las inquietudes de los convocados a las urnas.

Por eso no sólo debemos exigir un acceso equilibrado y equitativo en los medios públicos a los partidos con representación parlamentaria, sino que también debemos defendernos de las casas demoscópicas y de sus clientes que, como ha quedado demostrado, funcionan sólo como estafadores al servicio del poder establecido y no de la vital perfectibilidad de la democracia representativa.

Cómo defendernos es la gran pregunta y debería movilizar un debate académico serio e independiente como primer paso hacia una acción legislativa. De momento, sólo podemos señalarlos y, en la medida de lo posible, avergonzarlos. Si es que su narcisismo les permite sentir vergüenza.

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