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20 de julio de 2023

Un debate a tres entre dos ideas de España

Los candidatos a la Presidencia del Gobierno, Santiago Abascal (VOX); Yolanda Díaz (Sumar), y Pedro Sánchez (PSOE). Europa Press

A pesar de los esfuerzos de cierta parte de la prensa adicta al bipartidismo por minusvalorar el debate a tres celebrado ayer en Radiotelevisión Española —despojada de su honrado adjetivo por su propio jefe de Informativos y convertida en la radiotelevisión pública—, la realidad es que fue un debate importantísimo que confrontó, sin interrupciones ni manipulaciones, dos ideas sobre España.

Una, la del Gobierno del socialista Pedro Sánchez y su edecán comunista Yolanda Díaz. Y la otra, la de Santiago Abascal, líder indiscutible de Vox.

La primera, por lo padecido durante todos estos años, es una España alejada de sí misma, sumisa a agendas extranjeras, intereses globalistas y extraños consensos acientíficos paridos lejos de nuestras fronteras. No sólo fronteras físicas, sino también mentales.

La segunda, la España que sueña Vox, es una nación soberana e independiente que tiene sus propios intereses y defiende el legado de los que nos precedieron y la obligación de proteger la vida, la naturaleza sin histerias climáticas y las fronteras. No sólo las físicas, sino también las mentales.

Ayer chocaron en un duelo desigual de tiempos el multiculturalismo frente a la racionalidad de lo homogéneo, la antropolatría socialista frente al humanismo cristiano, la memoria frente a la historia, el pathos frente al ethos, la Europa de los burócratas frente a la Europa de las naciones, el leviatán fiscal frente a la rebaja de impuestos y, en suma, la sumisión frente a la insumisión.

De todos los mensajes lanzados ayer, quizá el más importante fue el de que Vox representa una nueva forma de hacer política en España que no desdeña a los españoles y que quiere poner en sus manos buena parte del destino de la nación política, que sólo existe como consecuencia de la nación histórica.

La idea de Abascal de preguntar a los españoles por las cuestiones importantes, a través de la fórmula del referendo, corregiría el rumbo de esta deriva política autocrática ensayada durante todo el siglo XXI por el socialismo con la connivencia del moderantismo ausente ayer en el debate.

En este sentido, Vox ofrece a los españoles el reconocimiento de su mayoría de edad hurtada por la clase política que ha ido alternándose desde 1977. Es un cambio total que se nos antoja indispensable para fortalecer la maltrecha democracia española, sometida a unas tensiones artificiales creadas, y cuando no, consentidas por un sistema partidocrático que abusa del poder y que, por ello, es incapaz de representar con fidelidad a los españoles.  

Nadie debería oponerse a que los españoles seamos informados y consultados sobre determinados asuntos como la inmigración, soberanía energética y alimentaria, gasto político, leyes de género, ilegalización de partidos hostiles a la nación, leyes climáticas y, por supuesto, sobre la forma más eficiente de gestionar nuestros recursos hídricos. Sólo una voluntad de sumisión a una agenda extranjera y ajena a nuestra identidad, puede negarse a esta oferta.

Por todo lo expuesto, si hay una verdad incontestable en el pandemonio en el que está instalada la política española es que si el mensaje de Vox llegara a los españoles sin manipulaciones y etiquetas, el partido de Santiago Abascal sería fuerza de Gobierno. Por eso, y sólo por eso, es por lo que debe aprovechar cada segundo en el que los medios serviles al poder de lo establecido deben refrenar su deseo manipulador y permitir a regañadientes que el importantísimo —y democrático hasta la médula— mensaje de cambio de Vox llegue a los españoles sin censuras, tergiversaciones ni cobardías.

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