«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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EDITORIAL
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14 de julio de 2023

Vamos mejorando

Debate de portavoces. Europa Press
Debate de portavoces. Europa Press

El estremecedor secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, el joven concejal del PP en Ermua que el pasado mes de mayo habría cumplido 55 años si el pistolero etarra García Gaztelu, alias «Txapote», no le hubiera descerrajado dos cobardes tiros, tuvo un efecto inmediato de rebelión en la hasta entonces anómica sociedad vasca contra el terrorismo de ETA y su brazo político, entonces Batasuna y hoy mal disfrazado bajo el nombre de Bildu.

A esa reacción se la conoció como «El espíritu de Ermua» y fue una oportunidad para acabar con el nacionalismo vasco. Por desgracia, aquel espíritu de rebeldía decayó pronto por culpa del PNV, que forzó el llamado Pacto de Estella que culminó en la famosa tregua-trampa de septiembre de 1998 que sólo fue una operación para el rearme moral y material de ETA y de sus partidos, asociaciones y sindicatos afines.

Pero si la culpa es achacable al PNV, la responsabilidad, sin duda, la comparten los grandes partidos españoles, PP y PSOE, que maniatados por sus complejos y por años de acuerdos y cesiones a los herederos de un racista enloquecido como Sabino Arana, dejaron hacer. Dejaron hacer y dejaron pasar una oportunidad histórica, única e irrepetible para triturar al huevo de la serpiente.

Pero esto es historia. Y si bien no está en la memoria de todos los españoles por la deserción del bipartidismo de su deber de dar la batalla no sólo a ETA, sino al nacionalismo que la abastece y la cobija, sí que está en los libros. Sólo hace falta saber cuáles hay que leer y qué documentales de Iñaki Arteta hay que ver.

Lo que también es hoy, por desgracia, histórico, es que si a todos los que participaron de aquel brote de rebeldía y dignidad de la sociedad que fue el Espíritu de Ermua, hubieran sabido que 25 años después del asesinato de Blanco, el brazo político de la banda de pistoleros iba a participar en un debate de portavoces en Televisión Española como socio preferente de un Gobierno presidido por el PSOE, no lo habrían creído.

Y no lo habrían creído porque, después de tanto dolor, tanta villanía y tanto cobarde asesinato, el único final admisible de la banda y de sus colaboradores era la cárcel, la disolución, la ilegalización, el destierro de sus ideas y el olvido avergonzado.

Muy al contrario, la banda vive hoy tiempos de esplendor. Ya no le hace falta matar para cumplir sus objetivos de aniquilación de la nación política, que sólo es una, España, para acabar así con la nación histórica.

En el debate de portavoces que ayer alojó el ente público RTVE, para nuestra deshonra y para el dolor de todas las víctimas y exiliados, la débil democracia española, incapaz de defenderse —ser es defenderse—, contempló cómo sólo un partido de seis, Vox, exige que levantemos los muros morales derrumbados de la nación y terminemos con la aberración de legitimar a un partido proetarra que busca la destrucción de España.

Para nuestro oprobio, de los cinco partidos restantes que ayer estuvieron en TVE, uno, el PSOE, ha convertido a Bildu en socio preferente. Otro, ERC, el partido golpista, comparte fines y medios. Otro más, Sumar, la continuidad de Podemos tras la gran purga, es su valedor. Mientras tanto, el PNV sigue agitando el nogal y el PP se niega a discutir su ilegalización.

Para todos aquellos que dicen que ETA fue derrotada por «los pilares de la democracia», sólo cabe una reflexión. Si el domicilio de la Fundación Miguel Ángel Blanco está en Madrid y el cuerpo del infortunado concejal vasco reposa en Galicia a salvo de las constantes profanaciones que sufrió su tumba en Ermua, ¿dónde está nuestra victoria?

Se aducirá que Vox sólo cuenta, de momento, con el respaldo de uno de cada cinco españoles y que, por lo tanto, cuatro de cada cinco es una abrumadora mayoría. Pero el voto es un asunto complejo que rara vez atiende a una sola variable, por esencial que sea, como es el caso. Por eso, lo imperativo es preguntar a los españoles si desean que la democracia española se respete a sí misma. Por eso es fundamental consultar a la nación a través de un referéndum si desea conducirse igual que la inmensa mayoría de las naciones europeas y acabar con la indignidad que supone tener al brazo político del terror paseándose por las instituciones.

Que esto sólo lo proponga Vox no reduce la necesidad.

Al fin y al cabo, hasta la llegada a las Cortes del partido de Santiago Abascal y de su portavoz, Iván Espinosa de los Monteros, que ayer dio una lección de dignidad, conocimiento y templanza que jamás podremos agradecer lo suficiente, este ejercicio de defensa de la nación española y de su imperfecta, pero vital, democracia, no lo defendía ningún grupo parlamentario. Esto sólo quiere decir una cosa: que vamos mejorando.

En nuestra mano y con nuestro voto el próximo 23 de julio, está fortalecer y ampliar esa mejora.

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