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RESPONDE A LOS ATAQUES DE CALIFORNIA

El equipo de DeSantis muestra su orgullo por consolidar Florida como paraíso ‘antiwoke’

El gobernador de Florida, Ron DeSantis. Reuters
El gobernador de Florida, Ron DeSantis. Reuters

Con una Administración federal caótica, encabezada por un senil Joe Biden en sus horas más bajas de popularidad, los estados de la Unión empiezan a hacer la guerra por su cuenta. La guerra cultural, se entiende, aunque se está llegando a unos extremos de hostilidad que no presagian nada bueno para la unidad del país.

Lo último ha sido la ocurrencia del gobernador de California, el sobrino de la «speaker» Pelosi, Gavin Newsom, que no ha tenido mejor ocurrencia que grabar un vídeo publicitario dirigido a los habitantes de la Florida de Ron DeSantis en el que aparece aconsejándoles que se muden a California.

California, tanto tiempo la perla de la Unión, se ha convertido en un estado disfuncional, como es costumbre en cualquier lugar gobernado por la izquierda durante demasiado tiempo, que de hecho está sufriendo un notable éxodo de particulares y empresas, hartos de ciudades convertidas en vertederos donde robar en las tiendas o defecar en la calle es legal, impuestos astronómicos, regulaciones imposibles y apagones extemporáneos.

En 2021, los estudios demográficos muestran que más de 300.000 ciudadanos abandonaron California para instalarse en los estados más conservadores como Texas y, oh, Florida. Pero, en la férvida imaginación «woke» del sobrino de la Pelosi es al contrario, y son los habitantes de Florida los que deberían escapar de las garras de Ron DeSantis, el político con mejor valoración neta de todo el país. «Es el Día de la Independencia, así que hablemos de lo que está pasando en Estados Unidos”, dice un sonriente Newsom en mangas de camisa en el anuncio, que él mismo colgó en su cuenta de Twitter. «La libertad está en peligro en su estado«, asegura, dirigiéndose a los ciudadanos de Florida.

Newsom luego repasa el rosario de puntos que, para la izquierda, constituyen la tiranía fascista y que caracterizan supuestamente el opresor régimen de Ron DeSantis, aunque todos ellos sean mentiras fácilmente desmontables: que los funcionarios de Florida están «prohibiendo libros», «restringiendo la libre expresión», «dificultando el voto» y «criminalizando a mujeres y médicos». Todo bastante orwelliano.

Desde la oficina de DeSantis, todo son risas. «La gente de Florida no presta atención a las patéticas campañas de desprestigio de los demócratas y sus aliados en los medios corporativos», declaró el portavoz de DeSantis, Dave Abrams, a The Daily Wire. «Estamos demasiado ocupados disfrutando de la libertad que el gobernador Ron DeSantis ha creado en el Estado del Sol».

Abrams compara la campaña de Newsom a quemar pilas de billetes, algo que puede decirse de demasiadas políticas del gobernador demócrata, y «pide» palomitas para contemplar a gusto «su desesperado intento de recuperar a los refugiados de California que huyeron del infierno que él mismo ha creado en su estado para venir a Florida».

En el mejor de los casos, no se entiende muy bien por qué el de California debería inmiscuirse en cómo Florida ha elegido gobernarse. De ahí que algunos observadores hayan especulado que podría tratarse de un modo de ir postulándose como candidato demócrata a la Presidencia.

Hace ya tiempo que los demócratas han comprendido que presentar a Joe Biden a la reelección en 2024 es una locura. El hombre apenas podría tener menos apoyo popular, con la gasolina y los alimentos por las nubes, la vergonzosa huida de Afganistán, el matonismo de sus restricciones con la excusa del covid y la invasión imparable de ilegales que atraviesan la frontera sur, por no hablar de su evidente deterioro físico. Así que la carrera para postularse como sucesor está ya en marcha.

El dilema no tan desesperado del Partido Republicano

Por otra parte, el otro gran partido tiene el mismo dilema, aunque no tan desesperado. Trump no hace más que lanzar señales indicando su deseo de repetir, pero todavía no lo ha anunciado oficialmente. Y no todos en el partido, en absoluto, están encantados de que lo haga.

Con independencia de las trampas que pudieran hacer los demócratas en las urnas, Trump perdió porque si son muchos los que le aman, no son menos los que le odian, los que no podrían votarle ni aunque prometiera dejar la gasolina a un centavo el galón.

Para muchos, el candidato republicano ideal sería uno que recogiera la herencia «trumpista» sin estar tan marcado y ser tan personalista como Trump. Y ese podría ser DeSantis.

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