Un cuarto de siglo del crimen de Alcácer, la tortura, violación y asesinato de tres niñas que conmovió a España.
Ha pasado un cuarto de siglo, pero todavía, cada vez que se pronuncia el nombre de Alcácer (Valencia), quien lo escucha recuerda aquel final del otoño y principio del invierno en el que desaparecieron las tres niñas de 14 y 15 años -Miriam, Toñi y Desirée- y fueron encontrados sus cadáveres unas semanas después enterrados junto a unos panales de abejas. Aquel crimen se convirtió en un icono de la crónica negra de España y sigue siendo objeto de especulación sobre si se conoce la verdad.
Los hechos, conocidos por todos, son claros: en la madrugada del 13 de noviembre de 1992 las tres jóvenes, casi unas niñas, salieron de Alcácer camino de Picassent. Iban a una discoteca de la zona llamada Color, pero nunca llegaron. Por el camino fueron secuestradas y, esa misma noche, torturadas, violadas y asesinadas.
La denuncia de su desaparición desencadenó una operación de búsqueda, dirigida por la Guardia Civil, a la que se sumaron cientos de vecinos de la zona. Pero no dio frutos. Los cuerpos fueron encontrados de manera casual por una pareja de apicultores que, camino de unas colmenas, encontraron semienterrados los cuerpos de las tres niñas. Era el 27 de enero de 1993 y los responsables de la búsqueda albergaban ya pocas posibilidades de encontrar los cuerpos.
En quellos años, las televisiones privadas estaban en plena eclosión y encontraron un filón, el de la telebasura. Su único objetivo: subir la audiencia, aunque para ello tuvieran que acudir al morbo y a mantener sangrando la herida de tres familias que, desde entonces, no han dejado de sufrir. Los periodistas que crearon el morbo fueron Nieves Herrero, por entonces en Antena 3, y Paco Lobatón, director y presentador del programa Quién sabe dónde, de TVE. Poco después se sumaría Telecinco.
Unas horas después de encontrarse los cuerpos de las tres niñas, fueron detenidos varios sospechosos, delincuentes habituales fichados por la Policía. Lo que entonces se conocía como “quinquis”, que vivían del trapicheo y el robo. Miguel Ricart, que ante las primeras preguntas de los investigadores reconoció su participación en los sucesos y Enrique Anglés, que quedaría en libertad pocos días después de su detención.
La investigación se centró entonces en el hermano de éste último: Antonio Anglés, fugado de la cárcel de Picassent tras un permiso, que cumplía condena por un caso de maltrato a su novia y cuya participación en los hechos quedó probada gracias a unos papeles encontrados junto a los restos de las tres niñas. Anglés desapareció y, tras varios años de búsqueda en España, Brasil e Irlanda, se le ha dado por muerto.
Hubo que esperar cinco años para que se celebrase el juicio y solamente se juzgó y condenó a una persona, Miguel Ricart, que fue condenado a 170 años de cárcel por tres delitos de asesinato y cuatro de violación en concurso con tres delitos de rapto.
Ricart ha sido uno de los delincuentes beneficiados por la derogación de la doctrina Parot y quedó en libertad gracias a la generosidad del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Fue excarcelado el 29 de noviembre de 2013. Tenía 44 años y había pasado en prisión los últimos 21 años. Tras su salida de prisión intentó establecerse en Córdoba, pero tuvo que salir por la presión social que se produjo. Después lo intentó en varios municipios de Cataluña y, ante la imposibilidad de estar apartado de la polémica, cruzó la frontera con Francia a finales de 2013. Desde entonces no se sabe nada de él, aunque en Alcácer corre el rumor de que vive refugiado en un convento al sur de Francia.
El caso, que parecía cerrado tras la condena de Ricart y la fuga y posible muerte de Anglés, recuperó notoriedad mediática como consecuencia de las teorías de varios periodistas de investigación y del padre de Míriam, una de las víctimas. Según Fernando García, los tres quinquis investigados no son sino los chivos expiatorios que habrían tapado la participación de importantes personalidades políticas y empresariales que habrían pagado a estos para que les consiguieran niñas jóvenes para violarlas y torturarlas.
Nunca hubo ningún juzgado que admitiese esa teoría y quienes la defendieron desde los medios de comunicación fueron apartados para siempre de su puesto de trabajo. El mismo Fernando García acabó peleado con el resto de los familiares de las víctimas y acabó montando una colchonería frente a la casa de los Anglés. Hay quien dice que desde allí sigue esperando que Antonio vuelva algún día a casa para cobrarse venganza.
Alguna publicidad valiente y la ayuda desinteresada de muchos lectores como tú han hecho posible esta noticia. Conoces nuestra línea editorial, a contracorriente de la ideología dominante y desacomplejadamente comprometida con la dignidad humana, la unidad de España y la identidad de Europa. No es fácil ni es barato sostener un medio de comunicación que beba de estos postulados, siempre contra los más poderosos. Por eso te pedimos que nos ayudes con una aportación, que formes parte de nuestro proyecto, que ayudes a que sigamos incordiando al Poder. Puedes hacerlo de varias maneras, infórmate aquí.