«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
el sistema entra en pánico ante los jóvenes disidentes

Adolescentes, hartos del adoctrinamiento: cada vez más jóvenes reivindican a Franco y rechazan el feminismo

Jóvenes con banderas de España. Europa Press

En pleno bombardeo ideológico desde las aulas, las redes sociales y los medios afines al Gobierno, un número creciente de adolescentes en España está empezando a rebelarse. En institutos como el Campo de Calatrava, en Miguelturra (Ciudad Real), hay chavales que se atreven a decir lo que muchos adultos callan: que Franco hizo cosas mal… pero también algunas bien.

Así lo expresa Juan, un joven de 15 años, al diario El País, que ha publicado un reportaje crítico con esta tendencia. «Franco hizo cosas mal, pero también hizo algunas bien, como construir presas o levantar el país después de una guerra», asegura. Sin complejos, y sin miedo a la cancelación, su postura representa a un número creciente de adolescentes que cuestionan el relato único de la izquierda.

Estos estudiantes no vienen de familias politizadas ni de entornos militantes. No necesitan ideólogos. Basta que escuchen, vean y comparen para darse cuenta de que algo no encaja. En TikTok, en Instagram, en YouTube… descubren un discurso distinto al que se les impone desde el aula, donde el feminismo, la «diversidad» forzada y la demonización de España son pan de cada día. Algunos dicen que les da igual vivir en democracia o dictadura. Lo que realmente rechazan es el cinismo de un sistema que habla de libertad mientras censura opiniones.

La reacción no es marginal. Según datos del CIS, más de la mitad de los varones entre 16 y 24 años creen que la promoción de la igualdad ha llegado tan lejos que ahora discrimina a los hombres. Y entre los votantes potenciales, los jóvenes de entre 18 y 28 años son los que más simpatía muestran por VOX.

Pero esto ha encendido las alarmas en el aparato ideológico del sistema. Profesores, inspectores, politólogos y expertos en «valores cívicos» denuncian la «radicalización» de los adolescentes. En realidad, lo que les incomoda es que no repitan el catecismo de género, que cuestionen el feminismo o que duden de los beneficios de la inmigración ilegal. Les molesta que no se dejen adoctrinar.

Alicia López, profesora y coordinadora de Izquierda Unida en Miguelturra, reconoce al citado diario que los chavales usan términos como «Franco» o «VOX» en sus conversaciones cotidianas. Su estrategia consiste en «trabajar el pensamiento crítico», que en su caso no es más que intentar devolver a los alumnos al redil ideológico. Y cuando los jóvenes no aceptan sus argumentos, se consuela pensando que «no entienden bien de qué están hablando».

Otros, como Jordi Cano, culpan a los influencers, a los videojuegos y a los youtubers. Lamentan que los chavales admiren al «macho testosterónico» o que cuestionen la superioridad moral del feminismo. Pero no se preguntan por qué sus propios discursos no calan. ¿Será que los adolescentes simplemente están hartos de que les digan cómo deben pensar?

El País también recoge el testimonio de padres «progresistas» como Luis Ejarque, que se escandalizan cuando sus propios hijos, criados en casas «diversas», empiezan a preguntarse por qué no hay un Día del Hombre o por qué los españoles deben callar ante la invasión cultural de ciertos colectivos. En lugar de escucharles, los tratan como si fueran víctimas de una secta digital.

Desde las aulas se redoblan los esfuerzos para reeducarlos: se les imponen talleres, se les muestran cifras «verificadas», se les explica que lo que ven y sienten no es real, sino un «bulo». Pero ya no cuela. Cada vez más jóvenes desconfían de los datos oficiales, de los medios de comunicación y de los «expertos». Porque han comprendido que muchas veces la verdad se esconde detrás de lo que les dicen que no pueden decir.

Y esa es, sin duda, una excelente noticia: que en medio del adoctrinamiento, todavía haya jóvenes con criterio, sentido común y valor para desafiar las consignas del sistema.

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