Unas horas después del apagón generalizado sufrido en España y cuando todavía no se ha recuperado al 100% el suministro energético en el país, la hemeroteca sigue recordando quiénes lideraron y celebraron la destrucción de las centrales de energía tradicional que ahora se está demostrando tiene nefastas consecuencias. Y es que, aunque el Gobierno y Red Eléctrica aún no han ofrecido todavía explicaciones claras, todo apunta a una misma causa: la fragilidad de un sistema eléctrico cada vez más dependiente de las fuentes renovables y menos resiliente ante picos de demanda o caídas de producción.
En mayo de 2022, la compañía Endesa celebró con entusiasmo a través de un hilo en X (entonces Twitter) acompañado de varios vídeos, el derribo de las torres de refrigeración de la central térmica de Andorra, en Teruel, como un «momento histórico» en lo que calificaron como «transición energética justa». En su comunicado, la eléctrica proclamaba orgullosa: «Hoy se ha producido un momento histórico en el mundo de la #energía, un símbolo del proceso de #descarbonización en el que estamos inmersos».
¡Seguimos nuestra ruta de #EndesaChallenges! Última parada: Andorra (Teruel)📍
— endesa (@Endesa) May 13, 2022
Tras cuatro décadas de actividad, decimos adiós a la Central Térmica de Andorra, tras producir 224.000 GWh, la energía equivalente a todo el consumo peninsular durante un año. #TransiciónEnergética pic.twitter.com/4FvXESS4gg
«Se abre una nueva era en la que las energías renovables serán las protagonistas«, escribía Endesa, acompañando el mensaje con emoticonos de hojas verdes. Se jactaban de haber clausurado una central que, según ellos mismos reconocían, produjo más de 224.000 GWh durante el tiempo que estuvo activa, la misma cantidad de energía que consume toda la Península en un año.
Hoy, menos de tres años después, ese «futuro sin carbón» al que empujaron las élites políticas, energéticas y ecologistas muestra su cara más cruda: cortes de suministro, vulnerabilidad estructural y una creciente incapacidad para garantizar el abastecimiento. Y mientras se derriban centrales térmicas o nucleares, los representantes públicos se niegan a admitir que las energías renovables, por su propia naturaleza intermitente, no pueden sostener por sí solas el suministro energético. Al menos por ahora.