«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Los vigilantes de seguridad privada se niegan ahora a ejecutar los controles de acceso

Barajas, convertido en un albergue ilegal mientras Aena y Almeida se cruzan reproches

Un hombre duerme en la T4 del Aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas

La presencia masiva de indigentes en el aeropuerto de Madrid-Barajas ha desatado una nueva crisis en la gestión de Aena. Los vigilantes de seguridad privada se niegan ahora a ejecutar los controles de acceso impuestos por la gestora aeroportuaria, alegando inseguridad jurídica y ausencia de respaldo legal.

La medida, anunciada por Aena el pasado miércoles, pretendía restringir el acceso a las terminales para frenar la llegada constante de personas sin hogar que pernoctan en las instalaciones. Según el sindicato ASAE (Alternativa Sindical Aena/Enaire), la cifra se ha multiplicado en los últimos meses y los trabajadores han denunciado situaciones de creciente inseguridad., detalla The Objective.

Especialmente conflictiva es la zona pública de la Terminal 4, donde se han asentado la mayoría de los indigentes. Los vigilantes se han negado a realizar los controles hasta recibir una orden oficial firmada: “No vamos a limitar la entrada a nadie mientras no haya una orden escrita. Esto es una zona pública y nuestro deber es cumplir el reglamento”, señalan fuentes próximas a los trabajadores.

A este conflicto se suma la falta de personal en el turno nocturno. La empresa subcontratada para la seguridad ha intentado reforzar la plantilla, pero la escasa remuneración y la situación degradada del entorno han alejado a los posibles candidatos. “Se paga muy mal y nadie quiere ir. Han visto que la T4 es el Bronx”, lamentan algunos empleados.

El comunicado de Aena aseguraba que sólo podrían acceder a las terminales pasajeros con tarjeta de embarque y trabajadores del aeropuerto. Pero, tras las críticas de los sindicatos, la gestora rectificó, aclarando que no se trata de expulsar a los sintecho. En la práctica, la situación no ha cambiado: los supuestos controles sólo se han implementado en la salida del Metro de la Terminal 1, donde se ha colocado un cartel sin membrete oficial, lo que ha generado aún más indignación.

La Policía tampoco ha establecido controles efectivos, más allá de alguna presencia puntual en la estación de autobuses de la T4. Desde la Comisaría del Aeropuerto de Barajas aclaran que su competencia se limita a delitos e infracciones administrativas, mientras que la vigilancia y control de accesos corresponde a Aena y a su servicio de seguridad.

La gestora ya había propuesto en marzo un plan conjunto con la Policía, que incluía el cierre nocturno de la T4 desde las 23.00 hasta las 05.00 horas. Sin embargo, el protocolo nunca se activó. “Se iban a encargar vigilantes con apoyo policial, pero no se ejecutó nada”, detallan fuentes policiales. “Hasta que no se cambie el reglamento, no cambiará nada”, sentencian.

Desde el sindicato de Aena apoyan los controles, pero exigen primero una solución digna para las cerca de 400 personas que malviven en las terminales. «Son las primeras víctimas de una situación que Aena nunca debió permitir», denuncian.

En paralelo, crecen los delitos, la insalubridad y la indignidad, mientras nadie asume responsabilidades. Aena señala al Ayuntamiento de Madrid, al que ha remitido un requerimiento legal para que atienda a los sintecho. Pero el alcalde José Luis Martínez-Almeida asegura que los recursos municipales están colapsados y que este problema no puede resolverse «por vía judicial». “Se están equivocando e ignorando lo más importante: las personas”, ha declarado.

El pasado jueves, un equipo del Defensor del Pueblo visitó por sorpresa las instalaciones, como parte de una investigación abierta desde marzo para determinar cómo gestiona Aena esta situación. El organismo dirigido por Ángel Gabilondo también quiere conocer cómo se está coordinando con los ayuntamientos.

Además, una empresa de desinfección ha tenido que actuar esta semana ante la aparición de insectos en mostradores, baños y zonas de tránsito. Los empleados han denunciado picaduras, aportando imágenes como prueba. Aena ha negado que haya una plaga, pero ordenó fumigar pasillos, mobiliario y cintas de equipaje. “Muchos vienen con perro, hay insalubridad y se ha desatado una psicosis”, confesaba una trabajadora.

Mientras tanto, Barajas, el principal aeropuerto de España, se ha convertido en un improvisado albergue nocturno en el que la ley, la seguridad y la salubridad brillan por su ausencia.

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