Comienza la investidura de Juan Manuel Moreno en Andalucía. Comienza, y lo hace con el enfado de la izquierda, la ultraizquierda y el feminismo radical. “Pacto de perdedores, el trío de la derechona, pacto de la vergüenza”… Medios y políticos derrochan estos días ingenio para poner nombre a un cambio histórico que tiene, en realidad, un título muy sencillo: democracia. Los ciudadanos votan, los políticos negocian y los escaños suman. Es el fin del bipartidismo, derrotado por la irrupción de nuevos partidos y es, en Andalucía, el fin de la hegemonía socialista.
Un partido socialista que sigue sin digerir su pérdida de poder y que ha preferido ponerse del lado de quienes parecen no respetar el resultado de las urnas: Adriana Lastra en la manifestación feminista convocada en Madrid; representantes del PSOE de Susana Díaz en el ‘escrache’ a las puertas del Parlamento andaluz, descalificaciones, enfados y agitar el aburridísimo argumento del miedo. Díaz, que de forma miserable acusó al partido de Santiago Abascal de ‘justificar la violencia contra la mujer’, afirma ahora que los derechos de las mujeres están en peligro en Andalucía. Y mucho nos tenemos, que, en realidad, el mayor riesgo que amenaza ahora a los andaluces es el de contaminación… por la cantidad de polvo que va a salir al abrir los cajones de una Junta dominada por el chiringuito del PSOE desde hace casi 40 años. Bienvenido sea el cambio.